El hidrógeno verde ha sido presentado como una solución clave para descarbonizar sectores difíciles de electrificar, y África, con su potencial solar y eólico, aparece como una región ideal para producirlo de forma masiva y exportarlo. Sin embargo, nuevas investigaciones revelan que los costes reales de producir hidrógeno verde en el continente africano podrían ser mucho más elevados de lo que se estimaba hasta ahora. Factores como las infraestructuras necesarias, los gastos logísticos, las pérdidas por transporte y el coste del capital están minando la rentabilidad de estos proyectos. Este artículo analiza en profundidad los hallazgos recientes publicados en revistas científicas como Nature Energy y Renewable and Sustainable Energy Reviews, así como las implicaciones económicas y geopolíticas de continuar apostando por esta vía.
Un modelo que parecía ideal sobre el papel
Durante los últimos años, muchos gobiernos y empresas europeas han puesto sus ojos en el continente africano como una fuente potencialmente barata y abundante de hidrógeno verde. Las condiciones climáticas son, efectivamente, óptimas en muchas regiones del norte y del sur del continente, con una irradiación solar que supera los 2.200 kWh/m² al año y vientos estables que permiten generar electricidad renovable a costes competitivos.
Además, varios países africanos han mostrado interés en posicionarse como productores y exportadores clave de este vector energético. Marruecos, Namibia y Mauritania ya han firmado acuerdos de cooperación con socios europeos para desarrollar proyectos a gran escala.
La lógica era sencilla: generar energía renovable barata, usarla para la electrólisis del agua y producir hidrógeno verde, comprimirlo o licuarlo, y enviarlo por barco o tuberías a Europa. Sin embargo, los nuevos datos muestran que esta cadena de valor está lejos de ser tan asequible como se pensaba.
Los verdaderos costes del hidrógeno verde africano
Según un estudio reciente publicado en Nature Energy, el precio del hidrógeno verde africano en destino europeo podría situarse en torno a los 6,5 euros por kilogramo, muy lejos de las estimaciones iniciales de 1,5 a 2,0 euros/kg. Este desfase se debe a múltiples factores estructurales que se habían infravalorado o directamente ignorado en las proyecciones previas.
Por un lado, las infraestructuras necesarias para poner en marcha este tipo de proyectos son monumentales: redes eléctricas fiables, plantas de electrólisis, estaciones de compresión y licuefacción, terminales portuarias especializadas y buques metaneros adaptados al transporte de hidrógeno. Todo ello implica inversiones iniciales altísimas, con costes financieros agravados por las condiciones locales de riesgo.
A esto se suman las pérdidas energéticas en el proceso de conversión y transporte, que pueden alcanzar hasta el 70 % si se tiene en cuenta la cadena completa desde la generación renovable hasta el uso final en Europa. El transporte en barco del hidrógeno licuado a -253 °C o convertido en amoníaco y luego reconvertido añade complejidad y gasto energético adicional.
Por si fuera poco, el estudio también señala que los modelos previos asumían un coste del capital (WACC) del 5 %, cuando en realidad las condiciones locales podrían situarlo fácilmente por encima del 10 %. Este detalle, aparentemente técnico, tiene un impacto directo en la viabilidad económica de cualquier proyecto a gran escala.
¿Es rentable seguir apostando por África?
Los resultados de estos estudios cuestionan frontalmente las estrategias energéticas basadas en importaciones masivas de hidrógeno verde desde África. Aunque se sigan promoviendo proyectos piloto y colaboraciones bilaterales, parece improbable que este modelo se imponga a gran escala sin subsidios públicos constantes.
Esto no significa que África no pueda desempeñar un papel en la transición energética. Existen oportunidades más realistas, como el uso del hidrógeno a nivel local para descarbonizar industrias cementeras, mineras o de fertilizantes, donde los costes logísticos son mucho menores.
Por otro lado, apostar por producir hidrógeno cerca de los puntos de consumo (por ejemplo, en puertos industriales europeos) puede ser más caro en términos de energía renovable, pero más eficiente desde el punto de vista logístico. Un análisis de ScienceDirect destaca que, al eliminar el transporte intercontinental y las pérdidas asociadas, el coste final en Europa podría ser incluso inferior al del hidrógeno importado desde África.
Una transición energética que debe ser realista
La planificación energética a largo plazo no puede basarse únicamente en potenciales teóricos. Si bien el hidrógeno verde es un vector energético prometedor para sectores como la siderurgia o la aviación, su implantación debe ajustarse a criterios realistas de coste, eficiencia y logística.
El informe también sugiere que, en lugar de centrarse exclusivamente en grandes exportaciones, sería más sensato fomentar una red global de producción distribuida, basada en las capacidades locales de generación renovable, infraestructuras existentes y demanda específica. Esto reduciría la necesidad de inversiones monumentales y evitaría problemas geopolíticos o de dependencia energética.
En el caso africano, es crucial que los países implicados no se limiten a actuar como proveedores de materias primas para terceros. La apuesta por una economía del hidrógeno debería integrarse en estrategias de desarrollo nacional que prioricen el consumo interno y el crecimiento industrial local.
Conclusiones y perspectivas a medio plazo
Las investigaciones recientes han encendido una señal de alerta en torno a uno de los pilares de la estrategia energética europea. Aunque el hidrógeno verde sigue siendo una tecnología clave, su producción y transporte desde regiones como África presenta obstáculos considerables que pueden limitar su competitividad frente a otras soluciones.
Será necesario reorientar parte de los esfuerzos hacia modelos más flexibles, con una producción más descentralizada y adaptada a cada contexto. La cooperación internacional debe mantenerse, pero basada en criterios económicos rigurosos y con beneficios tangibles para las comunidades locales.
Los informes revisados coinciden en que, sin una revisión profunda de las premisas actuales, los proyectos de hidrógeno verde a gran escala en África corren el riesgo de convertirse en inversiones fallidas o de escasa rentabilidad social.
Reflexiones adicionales
El caso del hidrógeno verde africano ilustra cómo los modelos energéticos de transición deben pasar del optimismo político al análisis técnico riguroso. Apostar por tecnologías nuevas sin una evaluación realista de costes, infraestructuras y contextos socioeconómicos puede tener consecuencias adversas a largo plazo.
El hidrógeno sigue siendo necesario, pero conviene integrarlo en un ecosistema energético más amplio, donde las soluciones locales, la eficiencia energética y la electrificación directa sean igualmente prioritarias. En última instancia, el éxito de la transición energética dependerá no solo de la innovación tecnológica, sino también de una planificación honesta y sostenible.
