El hidrógeno se ha posicionado como una alternativa prometedora para descarbonizar el sector del transporte. Sin embargo, experiencias recientes en países como Canadá y Alemania han revelado desafíos significativos en su implementación. Mientras tanto, en España, la atención parece centrarse más en proyectos de almacenamiento y distribución de hidrógeno que en su uso final en el transporte. Este artículo analiza estas experiencias y reflexiona sobre el enfoque español.

Experiencias internacionales con el hidrógeno en el transporte

En Canadá, se llevaron a cabo pruebas con autobuses impulsados por hidrógeno que, tras un análisis detallado, fueron canceladas debido a los altos costos y emisiones asociadas. Los autobuses presentaron un mantenimiento un 68% más costoso en comparación con alternativas convencionales y solo lograron una reducción del 50% en emisiones. Además, el precio del hidrógeno alcanzaba los 55 dólares por kilogramo, lo que hacía la operación financieramente inviable. Estas pruebas fueron abandonadas después de cuatro años, optando por regresar a autobuses diésel.

Alemania, pionera en la introducción de trenes de hidrógeno, también enfrentó desafíos significativos. El estado de Baja Sajonia implementó una flota de trenes impulsados por hidrógeno, pero tras evaluar su desempeño, se concluyó que esta tecnología no era competitiva en comparación con otras alternativas. El costo total de propiedad de un sistema a hidrógeno se estimó en 849 millones de euros, mientras que un modelo eléctrico a batería ascendía a 506 millones de euros, evidenciando una diferencia del 67%. Además, se identificaron problemas como la baja eficiencia energética y la limitada disponibilidad de hidrógeno verde.

Enfoque de España en el hidrógeno

En contraste, España ha centrado sus esfuerzos en el desarrollo de infraestructuras para la producción, almacenamiento y distribución de hidrógeno verde. Proyectos como la planta de hidrógeno verde de Puertollano, impulsada por Iberdrola, representan una inversión de 150 millones de euros y buscan producir hidrógeno a partir de fuentes 100% renovables. Esta planta, considerada la mayor de Europa para uso industrial, está destinada a la producción de amoníaco y fertilizantes libres de emisiones.

Además, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) ha publicado bases reguladoras para destinar 1.200 millones de euros a la creación de grandes valles de hidrógeno renovable, con el objetivo de fomentar la producción y consumo a gran escala de este vector energético en polos industriales.

Reflexiones finales

Las experiencias internacionales sugieren que, aunque el hidrógeno tiene potencial como fuente de energía limpia, su aplicación en el transporte enfrenta desafíos económicos y técnicos significativos. Es crucial que España, al tiempo que desarrolla infraestructuras de producción y almacenamiento, también evalúe cuidadosamente las aplicaciones finales del hidrógeno para garantizar una transición energética eficiente y sostenible.

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