Cuando se trata de sentir el mundo que nos rodea a través de nuestras narices, los humanos están muy por debajo de nuestros compañeros caninos. Sin embargo, en un esfuerzo por ponerse al día, los científicos han trabajado arduamente a lo largo de los años, creando una vertiginosa variedad de sensores de olores artificiales.

Hemos visto “narices” hechas por el hombre capaces de detectar el cáncer en muestras de sangre u orina , detectar la enfermedad de Parkinson por el olor de la piel, detectar bacterias en el agua , encontrar personas enterradas bajo los escombros de un desastre natural y olfatear toxinas peligrosas en el aire.

El problema con muchos de los nanocables utilizados en estos sensores, dicen investigadores de la Universidad de Massachusetts Amherst (UMA), es que están fabricados con materiales tóxicos y no biodegradables como el silicio o la fibra de carbono. Para abordar este problema, el equipo de investigación recurrió a una solución bacteriana.

El año pasado, un microbiólogo de la UMA  y un ingeniero eléctrico e informático  utilizaron una bacteria llamada Geobacter sulfurreducens para crear una biopelícula portátil que genera electricidad a partir del sudor . El éxito de ese experimento se centró en la capacidad de la bacteria para hacer crecer cables extremadamente pequeños que en realidad pueden conducir electricidad. El equipo decidió poner esos nanocables a trabajar en su nueva nariz artificial.

Sin embargo, G. sulfurreducens es difícil de cultivar, ya que requiere condiciones muy particulares para prosperar. Por ello han seleccionado el ‘gen del nanocable’, llamado pilina, de G. sulfurreducens e incluirlo en el ADN de Escherichia coli, una de las bacterias más difundidas en el mundo.

Además de hacer que E. coli comenzara a producir nanocables, también realizaron una modificación genética adicional que hizo que esos cables se cubrieran con un péptido conocido como DLESFL. Esto hizo que los cables fueran 100 veces más sensibles que antes al amoníaco, un subproducto que se encuentra en el aliento de las personas con enfermedad renal. Luego, los biocables se implantaron en un sensor que fue más eficaz para detectar el amoníaco que los sensores anteriores fabricados con materiales tradicionales.

Los investigadores ven un futuro con diminutas fábricas bacterianas hechas a medida para producir cables recubiertos con diferentes péptidos que podrían detectar los componentes químicos indicadores de otras enfermedades.

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