Aunque habitualmente se suele decir que los niños son como esponjas otros opinan que, al contrario, su cerebro tiene una capacidad limitada de absorción y, cuando se sobrepasa, repele el excedente pudiéndose llegar a producir un bloqueo y estrés en el aprendizaje.

En lo que todo el mundo está de acuerdo es en reconocer que la facilidad para aprender idiomas que se tiene en la infancia se pierde en la etapa adulta.

Por lo general, los adultos deben esforzarse para aprender a hablar otro idioma, mientras que los bebés aprenden de manera espontánea a hablar el idioma o los idiomas que escuchan en casa.

Ahora investigadores de la Universidad de Georgetown han llegado a la conclusión de que el cerebro infantil utiliza ambos hemisferios cerebrales para procesar el lenguaje, a diferencia de los adultos que utiliza solo uno.

Mientras que los adultos procesan bastantes de las tareas neurales en áreas específicas en uno u otro de los dos hemisferios de su cerebro, los más jóvenes utilizan tanto el hemisferio derecho como el izquierdo para realizar la misma tarea.

El nuevo estudio también resuelve un misterio que ha desconcertado a médicos y científicos durante mucho tiempo:

En casi todos los adultos, el procesamiento de frases es posible solo en el hemisferio izquierdo, a juzgar por las investigaciones realizadas con escaneos cerebrales y los casos clínicos de pérdida de lenguaje en pacientes que sufrieron un derrame cerebral en el hemisferio izquierdo.

Pero en los niños muy pequeños, es poco probable que los daños en uno u otro hemisferio provoquen déficits de lenguaje; el lenguaje puede recuperarse en muchos pacientes de esa franja de edad incluso si el hemisferio izquierdo está gravemente dañado.

Todo esto apunta a que el lenguaje se distribuye entre ambos hemisferios en las primeras etapas de la vida.

Aunque hasta ahora los escaneos cerebrales no habían revelado los detalles de estos fenómenos ahora, mediante el uso de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) analizadas de manera más compleja, los investigadores han demostrado que el patrón de lateralización de los adultos no se establece en los niños pequeños y que ambos hemisferios participan en el lenguaje durante las fases tempranas del desarrollo.

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