En un mundo donde los avances tecnológicos nos sorprenden día a día, es difícil imaginar qué vendrá después. Desde robots que ayudan en el hogar hasta asistentes virtuales que parecen entender nuestras emociones, la tecnología se integra cada vez más en nuestras vidas. Y ahora, en este emocionante cruce entre gastronomía y robótica, surge una innovación que promete revolucionar nuestra relación con los sabores: una «lengua electrónica» que permite a los robots degustar alimentos de manera similar a los humanos. ¿Estaremos cerca de tener un robot que pueda opinar sobre la calidad de un vino o la sazón de un platillo?
Un avance delicioso en tecnología
La IA ya puede responder a estímulos sensoriales como el tacto, la vista, el olfato y el oído. Pero, ¿y el sabor? Pues bien, ingenieros de la Universidad de Penn State están trabajando para que esto sea una realidad. Su objetivo: diseñar una «lengua electrónica» que pueda detectar moléculas de gas y químicos con componentes que solo tienen unos pocos átomos de grosor.
Aunque aún no podemos esperar que un robot desee un snack de media noche, este equipo espera que su diseño pueda colaborar con futuros robots para ayudar a crear dietas influenciadas por la IA, diseñar menús de restaurantes e incluso enseñar a las personas a ampliar sus propios paladares.
Humanos vs robots: El dilema del sabor
Nuestros hábitos alimenticios no se basan únicamente en lo que necesitamos nutricionalmente; también se determinan por nuestras preferencias de sabor. Es por ello que a veces, por más que sepamos que no deberíamos, no podemos resistirnos a ese donut o porción de pastel adicional.
Saptarshi Das, profesor asociado de ingeniería, menciona que replicar este comportamiento en un robot y hacerlo emocionalmente inteligente es un verdadero desafío.
El nacimiento de la «lengua electrónica»
Para crear este revolucionario sistema, el equipo combinó quimitransistores a base de grafeno con memtransistores de disulfuro de molibdeno, que pueden simular neuronas. La combinación de estos componentes les permitió simular la capacidad de «saborear» entradas moleculares.
Andrew Pannone, estudiante de posgrado en ciencias de la ingeniería, explica que aunque el grafeno es un excelente sensor químico, no es ideal para la circuitería, por lo que optaron por combinarlo con disulfuro de molibdeno.
Probando sabores con precisión
Al analizar sal, por ejemplo, la lengua electrónica detectó la presencia de iones de sodio, «saboreando» así la entrada de cloruro de sodio. Y lo que es aún más sorprendente es que este diseño es lo suficientemente flexible para aplicarse a los cinco principales perfiles de sabor: salado, ácido, amargo, dulce y umami.
El futuro de la degustación
Imagina entrenar tu lengua para convertirte en un catador de vinos. En el futuro, podríamos tener un sistema de IA que pueda ser entrenado para ser incluso mejor catador que un humano. ¡Las posibilidades son infinitas!
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