¿Alguna vez te has preguntado cómo funciona exactamente el deseo sexual en nuestro cerebro? Bueno, los científicos de Stanford han hecho un descubrimiento que podría cambiarlo todo.

Los chismes del día nos llegan directamente desde el laboratorio de la profesora Nora Shah de la Universidad de Stanford. Resulta que su equipo ha identificado un circuito específico en el cerebro de los mamíferos machos, responsable de la libido, el comportamiento sexual y, por supuesto, el placer. Y aunque se testeó en ratoncitos, Shah cree que es muy probable que en nosotros, los humanos, funcione de manera muy parecida.

Peptido Sustancia P: el mensajero del amor (¡o al menos del deseo!)

El estudio reciente del equipo se centró en unas neuronas en particular, las que secretan un péptido llamado Sustancia P. Resulta que al estimular este circuito, lograron activar ciertas neuronas del hipotálamo preóptico que, ¡tachán!, desencadenaron comportamientos de apareamiento en los ratones macho. Pero aquí viene lo bueno: los ratoncitos, después de… ejem… haber terminado su “actividad”, se sintieron con ganas de volver al ruedo casi de inmediato, eliminando el período refractario típico. ¡Estamos hablando de una reducción de más de 400,000 veces! Pero, si por algún motivo decidieran suprimir esta actividad neural, la libido de los ratoncitos desaparecería por completo. Así es, cero ganas de romance.

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Del ratón al hombre: ¿píldoras mágicas en el horizonte?

Si logramos entender bien este sistema en humanos, podríamos estar a punto de presenciar el nacimiento de medicamentos revolucionarios. Imagina: tratamientos que ajustan la libido, ¡directamente desde el cerebro! Estos fármacos serían totalmente diferentes a los que conocemos hoy. En lugar de mejorar el flujo sanguíneo, actuarían directamente en el área cerebral que controla el deseo sexual masculino.

No todo es color de rosa

Aunque todo esto suena muy emocionante, no debemos olvidar que con grandes descubrimientos vienen grandes responsabilidades. Manipular algo tan intrínseco como el deseo sexual puede tener repercusiones éticas y sociales. Además, mientras que el estudio mostró resultados alentadores en ratones, no podemos simplemente asumir que funcionará igual en humanos sin más pruebas y reflexión.

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