Ayer tuve ocasión de visitar la nueva planta de hidrógeno de Iberdrola en Puertollano. La Planta que se inauguró hace una par de semanas es la mayor planta de hidrógeno verde de uso industrial de Europa, con un electrolizador capaz de producir 3.000 toneladas de hidrógeno renovable al año.

Acostumbrado a las plantas de la refinería “anexa” me llamó la atención sus reducidas dimensiones y los tanques de hidrógeno fabricados en un acero especial para contener el hidrógeno dado el pequeño tamaño de la molécula. Cada tanque tiene un volumen de 133 m3 y unas dimensiones de 23 metros de alto y 2.8 metros de diámetro y pesa en vacío 77 toneladas. El espesor de la chapa es de 47 mm para aguantar la presión de unos 60 Bares y almacenar 2.700 kilos de H2.

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El hidrógeno verde, que se produce a partir del agua con la ayuda de energías renovables (solar en el caso de la manchega), es una de las soluciones en las que se depositan las esperanzas para evitar nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Sin embargo, transportar y almacenar este gas altamente explosivo es difícil, y los investigadores de todo el mundo buscan soluciones químicas y biológicas.

Un equipo de microbiólogos de la Universidad Goethe de Fráncfort ha encontrado una enzima en bacterias que viven en ausencia de aire y unen el hidrógeno directamente al CO2, produciendo así ácido fórmico.

El proceso es completamente reversible, un requisito básico para el almacenamiento de hidrógeno. Estas bacterias acetogénicas, que se encuentran, por ejemplo, en las profundidades marinas, se alimentan de dióxido de carbono, que metabolizan en ácido fórmico con la ayuda del hidrógeno. Sin embargo, normalmente este ácido fórmico es sólo un producto intermedio de su metabolismo y se digiere posteriormente en ácido acético y etanol. Pero el equipo alemán ha adaptado las bacterias de tal manera que es posible no sólo detener este proceso en la fase de ácido fórmico, sino también invertirlo.

Para el almacenamiento de hidrógeno a nivel municipal o doméstico, es deseable un sistema en el que las bacterias primero almacenen hidrógeno y luego lo liberen de nuevo en un mismo biorreactor y de la forma más estable posible durante un largo periodo de tiempo. En las investigaciones realizadas se alimentan a las bacterias con hidrógeno durante ocho horas. Luego se las somete a una dieta baja en hidrógeno durante una fase de 16 horas durante la noche. A continuación, las bacterias volvieron a liberar todo el hidrógeno. Además con la ayuda de procesos de ingeniería genética se pudo eliminar la formación indeseada de ácido acético.

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