La contaminación por microplásticos lleva años generando titulares, pero un reciente hallazgo de investigadores españoles sacude todavía más las alarmas: estos diminutos fragmentos de plástico no solo contaminan el agua, los alimentos o el aire, sino que han sido detectados también en el sistema reproductivo humano, tanto masculino como femenino. Científicos de la Universidad de Granada y el Hospital Virgen de las Nieves han encontrado microplásticos en muestras de semen, así como en tejidos de ovario, confirmando que estas partículas son capaces de llegar a zonas del cuerpo que hasta ahora no se habían monitorizado con tanto detalle. Esto abre interrogantes importantes sobre la fertilidad, el desarrollo embrionario y la salud reproductiva en general.
Un hallazgo inquietante
La investigación realizada por el grupo español ha revelado la presencia de hasta 12 tipos diferentes de microplásticos en muestras humanas procedentes de semen y tejido ovárico. El tamaño de estas partículas oscila entre 3 y 20 micras, lo bastante pequeño para atravesar barreras biológicas y acumularse en órganos sensibles. El equipo empleó espectroscopía Raman, una técnica de alta precisión capaz de identificar polímeros mediante la dispersión de la luz láser, confirmando la presencia de polietileno, poliestireno, policarbonatos o PVC, entre otros.
En el caso del semen, se detectaron concentraciones medias de 0,3 microgramos por mililitro, mientras que en ovarios la cifra llegaba a 0,5 microgramos por gramo de tejido. Aunque a simple vista pueden parecer cantidades mínimas, conviene subrayar que la biopersistencia de estos compuestos podría derivar en efectos acumulativos y reacciones inflamatorias, lo que aún está en fase de estudio.
El papel de los microplásticos en la salud reproductiva
La preocupación es lógica: si los microplásticos logran alojarse en los gametos —espermatozoides y ovocitos— podrían interferir en la fertilización y en las primeras etapas del desarrollo embrionario. A nivel técnico, se sabe que partículas de tamaño inferior a 10 micras pueden sortear la barrera hemato-testicular y la barrera ovárica, infiltrándose en tejidos altamente sensibles. Esto se traduce en un riesgo potencial de alteraciones hormonales, fragmentación del ADN germinal o problemas de implantación.
Los investigadores aún no han determinado la relación causa-efecto entre la presencia de microplásticos y patologías reproductivas concretas, pero advierten que la exposición crónica a estos polímeros podría influir en la calidad espermática, la maduración de los ovocitos o incluso la reserva ovárica. Se trata de un campo que apenas empieza a explorarse y que requerirá estudios longitudinales de mayor envergadura.
¿Cómo llegan los microplásticos hasta ahí?
Resulta sorprendente que estas partículas consigan infiltrarse en el sistema reproductivo. Sin embargo, el mecanismo no es tan improbable si atendemos a la capacidad de los microplásticos para circular por la sangre o incluso ser inhalados y después pasar al torrente sanguíneo desde los pulmones. Una vez en la circulación, estos compuestos pueden transportarse como si fueran lípidos o proteínas, asociándose a lipoproteínas plasmáticas que facilitan su distribución sistémica.
Este fenómeno está respaldado por estudios que demuestran la presencia de microplásticos en tejidos muy vascularizados, como pulmones, hígado o placenta. Ahora, con la demostración de su llegada a los órganos reproductivos, la comunidad científica se enfrenta a una evidencia incuestionable de la capacidad de estas micropartículas para cruzar barreras fisiológicas altamente selectivas.
Contexto global de la contaminación plástica
A nivel mundial se generan más de 400 millones de toneladas de plástico cada año, y de esa cantidad una fracción considerable termina fragmentándose en microplásticos. Estos fragmentos, de menos de 5 mm, se dispersan por toda la cadena alimentaria y el entorno acuático, llegando a suelos agrícolas, peces, mariscos y al agua potable. Según cálculos recientes, una persona puede ingerir alrededor de 5 gramos de microplásticos a la semana, equivalente aproximadamente al peso de una tarjeta de crédito.
Si bien se han encontrado microplásticos en la sangre y en la placenta en estudios anteriores, el salto a tejidos reproductivos humanos marca un nuevo nivel de alarma, ya que implica posibles consecuencias sobre la descendencia y la viabilidad de futuras generaciones.
Un problema silencioso con efectos que podrían tardar en aflorar
El gran riesgo de los microplásticos no reside solo en su tamaño diminuto, sino en su capacidad de actuar como vectores de contaminantes secundarios. Muchos polímeros transportan aditivos tóxicos como bisfenoles, ftalatos o retardantes de llama bromados, capaces de alterar el equilibrio endocrino. Estos compuestos son reconocidos como disruptores hormonales, y podrían afectar la espermatogénesis y la foliculogénesis en humanos.
La investigación española apunta que el daño podría no ser inmediato, sino manifestarse tras años de exposición continua. Esa latencia hace muy complicado establecer relaciones de causalidad directas y refuerza la necesidad de seguimiento a largo plazo.
El estudio en detalle
Los análisis en semen y ovarios se realizaron sobre 30 donantes voluntarios, con un rango de edad comprendido entre los 18 y los 45 años. Las muestras fueron procesadas bajo condiciones estériles y analizadas mediante microscopía Raman y técnicas de microespectroscopía FTIR, lo que permitió diferenciar polímeros con una resolución de hasta 1 micra.
Los resultados, publicados inicialmente en Toxicological Sciences, señalan que la mayoría de partículas localizadas proceden de envases de alimentos, botellas de agua y productos de higiene personal. En concreto, polietileno y polipropileno representaron casi el 65% de las partículas identificadas.
La publicación deja claro que los microplásticos encontrados no son simplemente un contaminante pasivo, sino potencialmente activo a nivel celular. Se observó, por ejemplo, que algunos fragmentos provocaban respuestas inflamatorias in vitro en cultivos celulares de epitelio testicular, aunque todavía falta validar estos hallazgos en estudios animales o clínicos más amplios.
Posibles consecuencias sobre la fertilidad
Este descubrimiento trae consigo preguntas inevitables sobre la fertilidad. El descenso progresivo de la calidad espermática, observado globalmente desde hace décadas, podría tener alguna relación con la presencia de microplásticos, aunque de momento no hay estudios concluyentes que lo demuestren.
En mujeres, la afectación ovárica podría implicar problemas en la maduración folicular y en la calidad ovocitaria. Se sabe que el microambiente del ovario es especialmente vulnerable a contaminantes ambientales, y la presencia de microplásticos podría alterar procesos como la esteroidogénesis o la ovulación.
Los investigadores españoles inciden en la necesidad de estudios a largo plazo para conocer hasta qué punto estos polímeros pueden incidir en tasas de infertilidad o en el aumento de abortos espontáneos.
Una llamada a la prevención
Aunque el estudio no ofrece soluciones inmediatas, los autores subrayan la urgencia de políticas de reducción de plásticos de un solo uso y de control más estricto de los vertidos. Las estrategias para reducir la generación de microplásticos incluyen mejores sistemas de reciclaje, tecnologías de depuración más avanzadas y una regulación más estricta sobre la composición de los envases.
La concienciación ciudadana también juega un papel importante, pues muchos de estos microplásticos provienen de hábitos de consumo cotidianos. Cambiar a envases reutilizables, evitar productos cosméticos con microesferas plásticas y mejorar la gestión de residuos son pasos sencillos que pueden marcar la diferencia.
El producto químico oculto tras el plástico
Más allá de la partícula física, no hay que olvidar los aditivos químicos que acompañan al plástico. Compuestos como el bisfenol A, presente en botellas y resinas epoxi, o los ftalatos, utilizados como plastificantes, son reconocidos disruptores endocrinos. Según la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas, estos compuestos afectan la producción de hormonas esteroideas y pueden alterar la fertilidad en humanos.
Por tanto, la amenaza no procede únicamente del tamaño y forma del microplástico, sino también de su química asociada. El efecto combinado —partícula más tóxico— constituye un riesgo complejo que la ciencia está empezando a desentrañar.
Reflexiones finales
Los resultados de este estudio suponen un punto de inflexión para la toxicología ambiental y para la medicina reproductiva. El hallazgo de microplásticos en semen y ovarios confirma que estos materiales pueden atravesar barreras biológicas muy selectivas, con un potencial impacto sobre la fertilidad humana aún difícil de cuantificar.
Aunque queda mucho por investigar, la evidencia refuerza la idea de que el control de los plásticos y sus derivados debería ser prioritario en políticas públicas y en hábitos individuales. La combinación de estudios toxicológicos, epidemiológicos y regulaciones más estrictas puede ser la vía para minimizar los riesgos que, de forma silenciosa, amenazan nuestra salud reproductiva.

La presencia de microplásticos en alimentos cotidianos como el arroz, el pescado, el agua embotellada y hasta el té revela una preocupante invasión invisible en nuestra dieta. Según estudios recientes, estos diminutos fragmentos no solo se acumulan en órganos vitales, sino que también pueden alterar el sistema endocrino y transportar toxinas ambientales.
Su detección en el semen humano añade una dimensión alarmante: ¿cómo afecta esto a la fertilidad y la salud reproductiva? Esta noticia subraya la urgencia de reducir el uso de plásticos en la cadena alimentaria y adoptar hábitos más sostenibles. La contaminación por microplásticos ya no es solo ambiental, es íntima.