Durante décadas, la Luna fue considerada un satélite geológicamente muerto, sin campo magnético propio y sin actividad interna relevante. Sin embargo, un nuevo análisis de una roca lunar recogida durante la misión Apollo 17 en 1972 ha aportado pruebas sólidas que cuestionan esta visión tradicional. El estudio, basado en técnicas avanzadas de magnetometría, indica que la roca 76015 conserva señales de un campo magnético lunar que, hace unos 3.900 millones de años, alcanzaba intensidades similares a las del campo magnético actual de la Tierra. Este hallazgo ofrece nuevas claves sobre el pasado dinámico del interior lunar y plantea interrogantes sobre la evolución magnética de cuerpos planetarios sin tectónica de placas activa.

Una roca lunar como cápsula del tiempo magnética

La roca lunar 76015, una muestra de 4 gramos recogida en la región de Taurus-Littrow, ha sido objeto de estudio detallado por parte de un equipo internacional liderado por científicos del MIT y el Instituto Lunar y Planetario. Empleando una técnica de escaneo magnético con sensores SQUID (Superconducting Quantum Interference Devices), los investigadores pudieron detectar la orientación y magnitud del campo magnético atrapado en la roca con una resolución de micrómetros. Los resultados revelaron que la roca se formó en presencia de un campo magnético con una intensidad de aproximadamente 100 microteslas, una cifra comparable al campo geomagnético actual de la Tierra, que varía entre 25 y 65 microteslas.

Este dato es particularmente sorprendente porque contrasta con el estado actual de la Luna, que carece de un campo magnético global. La evidencia sugiere que, durante al menos parte del periodo de su historia temprana, la Luna tuvo un núcleo suficientemente activo como para generar una dinamo interna capaz de sostener un campo magnético estable y potente. Esto obliga a replantear los modelos actuales sobre la evolución térmica y geodinámica del satélite natural terrestre.

Qué es una dinamo planetaria y por qué importa

Una dinamo planetaria es un proceso mediante el cual el movimiento de materiales conductores en el núcleo de un cuerpo celeste genera un campo magnético. En el caso de la Tierra, este movimiento se debe a la convección del hierro líquido en el núcleo externo, lo que produce un campo magnético global que protege la atmósfera y la superficie del planeta de la radiación solar y cósmica.

El hallazgo en la Luna sugiere que su núcleo también estuvo en movimiento durante cientos de millones de años tras su formación, lo cual permitiría la generación de un campo magnético por dinamo. Hasta ahora se creía que el pequeño tamaño de la Luna y su rápida pérdida de calor harían inviable una dinamo duradera. Sin embargo, la datación de la roca 76015 indica que dicho campo existió al menos 600 millones de años después de la formación del satélite, lo que implica una fuente energética más persistente de lo que se había estimado.

Consecuencias para la astrofísica y la exploración espacial

La existencia de un antiguo campo magnético potente en la Luna no es solo una curiosidad académica. Tiene implicaciones directas en la comprensión del origen y evolución de los cuerpos planetarios rocosos. Por ejemplo, plantea la posibilidad de que otros satélites o planetas pequeños hayan generado campos magnéticos temporales durante su juventud, cambiando la forma en que se estudia la habitabilidad pasada de Marte o la historia de asteroides diferenciados como Vesta.

Además, estos hallazgos ayudan a reinterpretar la información que contienen otras rocas lunares. Hasta ahora, muchas de las muestras que no mostraban magnetización significativa eran descartadas como pruebas de la ausencia de campo. Sin embargo, el nuevo estudio demuestra que solo ciertas condiciones geológicas, como el enfriamiento lento de rocas ígneas, permiten conservar fielmente las señales magnéticas. Es decir, el hecho de no encontrar magnetización en otras muestras no invalida la existencia de un campo magnético pasado.

Desde el punto de vista práctico, entender el campo magnético antiguo de la Luna podría tener aplicaciones en futuras misiones tripuladas o en la construcción de infraestructuras en el satélite. Por ejemplo, conocer la historia magnética del terreno podría ayudar a seleccionar ubicaciones con menor exposición a partículas cargadas del viento solar.

La misión Apollo 17 sigue dando frutos

La muestra 76015 fue recogida por los astronautas Eugene Cernan y Harrison Schmitt durante su tercer paseo lunar en diciembre de 1972. En aquel momento, no se podía anticipar que esa roca —formada por lava enfriada lentamente— se convertiría en uno de los registros más precisos del campo magnético lunar antiguo. El propio Schmitt, geólogo de formación, señaló la importancia de las muestras ígneas como fuentes de información sobre el pasado térmico del satélite.

Este hallazgo demuestra el valor continuo de las misiones Apolo, incluso décadas después de su finalización. Las muestras traídas de la Luna siguen siendo una fuente insustituible de información científica, especialmente cuando se analizan con tecnologías que no existían en los años setenta.

Una Luna más activa de lo que se pensaba

El modelo tradicional describía a la Luna como un cuerpo que perdió rápidamente su calor interno y cuya actividad geológica se extinguió en sus primeros 1000 millones de años. No obstante, las pruebas recogidas por la roca 76015 y estudios previos sobre otras muestras sugieren que el núcleo lunar permaneció activo durante un tiempo considerable, quizás hasta hace 1.000 millones de años. Modelos numéricos recientes han planteado mecanismos como el acoplamiento mareal con la Tierra o procesos de cristalización del núcleo que podrían haber extendido la vida útil de la dinamo lunar.

En cifras técnicas, se estima que la Luna pudo mantener un campo magnético superior a los 10 microteslas entre los 4.250 y los 3.100 millones de años atrás. Esto no solo modifica el calendario de su historia interna, sino que también afecta al análisis de la superficie lunar, ya que los campos magnéticos influyen en la retención de gases, la formación de regolito y la interacción con el entorno espacial.

Reflexiones y futuro de la investigación lunar

Estos descubrimientos invitan a reevaluar la historia geológica de la Luna con una mirada más abierta y matizada. El hecho de que un cuerpo aparentemente inerte como la Luna haya tenido una dinamo potente plantea preguntas sobre otros cuerpos celestes pequeños que podrían haber seguido trayectorias similares. También refuerza la idea de que las misiones de retorno de muestras son fundamentales para avanzar en la comprensión del sistema solar primitivo.

De cara al futuro, la NASA y otras agencias espaciales planean enviar nuevas misiones al polo sur lunar y a regiones inexploradas que podrían albergar muestras aún más reveladoras. Si estas muestras logran preservarse en condiciones idóneas, podrían permitir estudios paleomagnéticos incluso más precisos, confirmando o ampliando lo descubierto en la roca 76015.

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