El Telescopio Espacial James Webb (JWST) ha observado recientemente un fenómeno que hasta ahora sólo se intuía: la presencia intermitente de neblinas en la tenue atmósfera de Plutón. Estas observaciones, realizadas en el infrarrojo medio a través del instrumento MIRI, han revelado cómo las capas brumosas que envuelven al planeta enano disminuyen y reaparecen, siguiendo un patrón estacional. A través de un análisis espectroscópico detallado, los científicos han constatado la disminución de hidrocarburos como el acetileno y el etileno, claves en la formación de estas neblinas, lo que podría deberse a una caída en la temperatura atmosférica y a la disminución de la radiación solar disponible a medida que Plutón se aleja del Sol en su órbita excéntrica.

Estos hallazgos no solo confirman datos previos recogidos por la misión New Horizons en 2015, sino que también amplían nuestra comprensión del comportamiento atmosférico en cuerpos helados del sistema solar exterior. La posibilidad de observar este tipo de transformaciones a lo largo del tiempo desde un telescopio como el Webb marca un hito importante para la climatología planetaria. Plutón, lejos de ser un mundo estático, revela una dinámica atmosférica que responde con rapidez a los cambios orbitales, aunque la energía solar que recibe sea apenas una fracción de la que llega a la Tierra.

La atmósfera de Plutón: tenue pero dinámica

Durante años, la atmósfera de Plutón ha sido un foco de estudio debido a su inestabilidad y composición única. Compuesta principalmente por nitrógeno, con pequeñas cantidades de metano y monóxido de carbono, esta envoltura gaseosa apenas alcanza presiones superficiales de 10 microbares, es decir, cerca de un millón de veces menos que la presión atmosférica terrestre al nivel del mar.

Sin embargo, a pesar de su escasa densidad, la atmósfera de Plutón ha demostrado comportamientos complejos. Uno de los más llamativos es la formación de neblinas múltiples, organizadas en capas que alcanzan altitudes de hasta 200 kilómetros. Estas brumas, según se comprobó gracias a la misión New Horizons, están formadas por partículas orgánicas creadas cuando la luz ultravioleta solar rompe moléculas de metano en la alta atmósfera. El resultado de estas reacciones fotoquímicas es la aparición de hidrocarburos más complejos como el acetileno (C₂H₂) y el etileno (C₂H₄), que eventualmente se condensan formando las famosas capas brumosas azuladas.

Lo interesante del estudio actual con el JWST es que muestra una disminución notable de estas moléculas en el espectro infrarrojo medio, lo que indicaría que la atmósfera está cambiando en tiempo real. Es decir, Plutón no tiene una atmósfera constante, sino que responde directamente a su posición orbital y a la disponibilidad de radiación solar.

Lo que revela el JWST: la caída de la bruma

Utilizando el instrumento MIRI (Mid-Infrared Instrument), el equipo liderado por científicos del Southwest Research Institute (SwRI) analizó los espectros emitidos por Plutón y detectó una disminución significativa de hidrocarburos clave en la alta atmósfera. Esto contrasta con las mediciones tomadas en 2015 por New Horizons, cuando Plutón se encontraba mucho más cerca de su perihelio (el punto más próximo al Sol de su órbita).

En términos técnicos, la atenuación espectral de las bandas de absorción asociadas al C₂H₂ y C₂H₄ sugiere una caída en su concentración, posiblemente causada por un descenso térmico en las capas superiores de la atmósfera. Este enfriamiento reduce la producción de estas moléculas y favorece su congelación o precipitación, limitando la formación de neblina. A diferencia de la Tierra, donde el ciclo hidrológico es dominado por el agua, en Plutón se trata de un ciclo de hidrocarburos inducido por la interacción con la tenue radiación solar a más de 5.900 millones de kilómetros del Sol.

Además, los datos de Webb indican que Plutón podría estar entrando en una fase de colapso atmosférico parcial, un fenómeno que ya se había anticipado teóricamente: a medida que el planeta enano se aleja de su perihelio, la temperatura cae hasta el punto en que los gases se congelan y precipitan a la superficie, volviendo a integrarse en las capas de hielo que cubren su paisaje.

Una vista única de un planeta enano cambiante

Las observaciones de Webb complementan y amplían lo que en su día reveló la cámara LORRI (Long Range Reconnaissance Imager) de New Horizons, especialmente la imagen titulada “Pluto’s Haze in Bands of Blue”. Aquella imagen icónica mostraba claramente hasta siete capas distintas de neblina que se extendían por la atmósfera, en un espectáculo visual sorprendente. En ella se observaban sombras proyectadas por las montañas heladas del hemisferio sur y planicies nitrogenadas parcialmente cubiertas de bruma.

Pero lo que Webb aporta es la posibilidad de monitorizar esos cambios a lo largo del tiempo. Gracias a su capacidad para detectar longitudes de onda que oscilan entre los 5 y los 28 micrones, el MIRI puede rastrear con precisión cómo varían las concentraciones de gases y aerosoles, incluso en cuerpos tan lejanos y oscuros como Plutón.

Los modelos climáticos actuales, basados en estas nuevas observaciones, sugieren que el volumen de la atmósfera de Plutón podría disminuir drásticamente en las próximas décadas, reduciéndose hasta convertirse en una capa transitoria o incluso desaparecer durante parte de su órbita. Dado que un año plutoniano equivale a 248 años terrestres, los cambios observados por el JWST son apenas una instantánea en la evolución a largo plazo del planeta enano.

Reflexiones sobre la observación planetaria a largo plazo

Más allá de los resultados concretos sobre Plutón, el estudio realizado con el JWST demuestra la importancia de mantener una vigilancia constante sobre los cuerpos del sistema solar exterior. La capacidad de captar señales infrarrojas débiles y de realizar espectroscopía de alta resolución permite ahora entender fenómenos atmosféricos que antes quedaban fuera del alcance de los telescopios terrestres.

En términos más generales, la información obtenida refuerza la idea de que los mundos helados, aunque parezcan inertes, son en realidad sistemas complejos con ciclos químicos activos. Estos estudios también ayudan a modelar lo que podrían ser atmósferas de exoplanetas situados en zonas frías de sus sistemas solares, ampliando así nuestra base de conocimiento sobre la formación y evolución de atmósferas planetarias.

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