Un estudio reciente publicado en BBC Sky at Night Magazine lanza una advertencia que podría parecer sacada de una novela de ciencia ficción: dentro de aproximadamente mil millones de años, la Tierra perderá su oxígeno atmosférico. Esta transición no será rápida ni catastrófica en un sentido inmediato para la humanidad actual, pero supone un giro fundamental en la comprensión de la historia futura del planeta y de la vida tal como la conocemos. La disminución progresiva del oxígeno tendrá implicaciones dramáticas no solo para los seres humanos, sino también para la mayoría de las formas de vida aeróbicas.
Este cambio será el resultado de la evolución solar, que alterará la química de la atmósfera terrestre. Conforme el Sol envejezca, aumentará su luminosidad, afectando la fotosíntesis vegetal y reduciendo los niveles de dióxido de carbono. Como consecuencia, la vegetación morirá, se detendrá la producción de oxígeno y el planeta retornará a una atmósfera similar a la de hace más de 2.000 millones de años. En este escenario, solo los organismos anaeróbicos —capaces de sobrevivir sin oxígeno— podrían prosperar. Este artículo analiza los detalles técnicos de esta predicción, su base científica y sus implicaciones, tanto para el futuro de la Tierra como para la búsqueda de vida en otros planetas.
¿Por qué se acabará el oxígeno?
La causa principal detrás de esta previsión no es una catástrofe externa, sino un proceso natural y gradual vinculado a la evolución del Sol. Según el estudio liderado por Kazumi Ozaki (Toho University, Japón) y Christopher Reinhard (Georgia Institute of Technology, EE.UU.), en unos mil millones de años el aumento progresivo de la luminosidad solar incrementará la temperatura media del planeta, alterando la fotosíntesis y reduciendo drásticamente la concentración de CO₂ en la atmósfera.
Con menos dióxido de carbono, las plantas —que dependen de este gas para realizar la fotosíntesis— empezarán a desaparecer. Este proceso hará que la principal fuente de oxígeno del planeta colapse. Según las simulaciones, la cantidad de oxígeno caerá a niveles inferiores al 1% de los actuales en apenas 10.000 años una vez iniciado el declive. Desde el punto de vista técnico, esto supone una inversión en la evolución de la atmósfera terrestre: de una atmósfera rica en oxígeno a una similar a la de la Tierra arcaica, dominada por metano y compuestos volátiles.
Este fenómeno está sustentado por modelos biogeoquímicos complejos que integran variables como la actividad tectónica, el ciclo del carbono, la fotodisociación del agua y los cambios en la composición del manto terrestre. La clave está en la fotosíntesis oxigénica: al desaparecer esta vía metabólica, la capacidad del planeta para mantener una atmósfera respirable desaparecerá también.
Implicaciones para la vida terrestre
Desde una perspectiva biológica, la pérdida de oxígeno supondrá la extinción de la mayoría de las especies actuales. Los organismos multicelulares, que requieren niveles relativamente altos de oxígeno para su metabolismo, no podrán sobrevivir. Solo las bacterias anaeróbicas o extremófilas, adaptadas a condiciones hostiles, lograrán persistir. En otras palabras, el ecosistema regresará a un modelo muy primitivo, similar al del Arcaico temprano.
En términos ecológicos, este cambio implica una inversión del progreso evolutivo. La biosfera compleja que ha tardado más de 3.000 millones de años en desarrollarse se verá desmantelada en una fracción de ese tiempo. Las formas de vida que podrían dominar el planeta en ese nuevo contexto incluirían metanógenos, organismos quimiosintéticos o bacterias fotosintéticas que no producen oxígeno, como las bacterias verdes del azufre.
En el aspecto geológico, la atmósfera dejará de mostrar signos espectrales de oxígeno, lo que también tiene implicaciones astrobiológicas: los telescopios que buscan vida en otros planetas suelen utilizar la detección de oxígeno como indicador. Esta futura desaparición en la Tierra sugiere que puede haber planetas habitados sin oxígeno detectable.
Tierra: ¿una anomalía temporal?
Uno de los aspectos más llamativos del estudio es la conclusión de que la atmósfera rica en oxígeno es un fenómeno relativamente transitorio en la historia del planeta. Si se considera que la Tierra tiene unos 4.500 millones de años y que el oxígeno comenzó a acumularse significativamente hace 2.400 millones (en el Gran Evento de Oxidación), eso deja solo una franja de unos 2.000 millones de años —menos de la mitad de la vida del planeta— con condiciones oxigenadas.
La implicación es clara: en escalas cósmicas, las atmósferas oxigenadas son fases breves. Esto puede obligar a reconsiderar nuestras estrategias para la búsqueda de exoplanetas habitables. Un mundo sin oxígeno no necesariamente está muerto, sino que podría encontrarse en una fase evolutiva distinta. Como indicaron Ozaki y Reinhard en su publicación, la vida podría estar presente en planetas cuya atmósfera no muestre ningún signo de oxígeno detectable.
Cambios graduales, consecuencias inevitables
A pesar de que el horizonte temporal de este fenómeno parece lejano desde una perspectiva humana, su impacto en el conocimiento científico es inmediato. Por ejemplo, plantea preguntas sobre la resiliencia de la vida y sus mecanismos de adaptación a cambios extremos. Desde un punto de vista técnico, el modelo empleado por los autores utiliza simulaciones de alta resolución del ciclo del carbono, del oxígeno y de la actividad volcánica.
Los modelos predicen también que el aumento de la radiación solar afectará la fotodisociación del agua, liberando hidrógeno al espacio y acelerando la pérdida de agua de los océanos. Este proceso incrementará los niveles de metano atmosférico, provocando un efecto invernadero descontrolado. A nivel técnico, el modelo predice que el equilibrio entre producción y destrucción de oxígeno (a través de la fotólisis, respiración y fotosíntesis) se romperá de forma irreversible.
Por tanto, el proceso de desoxigenación no es un hecho aislado, sino una consecuencia del cambio climático de largo plazo inducido por la evolución estelar.
Reflexiones finales: una ventana que se cierra
El descubrimiento de que la atmósfera rica en oxígeno tiene fecha de caducidad transforma profundamente nuestra percepción del planeta. No estamos ante un entorno inmutable, sino frente a un ecosistema frágil que depende de condiciones concretas y temporales. Esto refuerza la importancia de preservar la habitabilidad actual, aunque los cambios que describe el estudio sean ajenos a la actividad humana.
Desde el punto de vista científico, este tipo de modelos ayudan a contextualizar nuestra existencia en un marco más amplio. También ofrecen nuevas perspectivas para el análisis de exoplanetas: tal vez deberíamos prestar más atención a otros biomarcadores, como el metano o la composición isotópica de ciertos elementos, antes de descartar un mundo como “inhabitable”.
En definitiva, entender cómo y por qué desaparecerá el oxígeno terrestre no solo aporta conocimientos sobre nuestro propio futuro, sino que también mejora las herramientas que utilizamos para estudiar el universo.
