Un nuevo estudio publicado por el Centro Médico de la Universidad de Nueva York ha puesto el foco sobre una amenaza invisible pero creciente: los micro y nanoplásticos que se acumulan en el interior del sistema vascular humano. Estas diminutas partículas, resultado de la descomposición de productos plásticos de uso cotidiano, han sido halladas en concentraciones significativamente más elevadas en las placas arteriales de pacientes que han sufrido eventos cerebrovasculares, como los ictus, frente a aquellos que no han presentado síntomas.

El estudio no solo revela la presencia de estos contaminantes en las arterias, sino que además demuestra que interfieren con la actividad genética de las células inmunitarias responsables de estabilizar las placas. Esta interferencia puede desencadenar procesos inflamatorios crónicos, haciendo las placas más propensas a romperse y, en consecuencia, incrementando el riesgo de obstrucciones graves que pueden desembocar en infartos o accidentes cerebrovasculares.

El hallazgo es especialmente preocupante porque pone de relieve una relación directa entre la contaminación ambiental y enfermedades cardiovasculares, uno de los principales factores de mortalidad en el mundo. A medida que se acumula evidencia sobre los efectos biológicos de la exposición crónica a los microplásticos, el reto para los sistemas sanitarios y las políticas públicas es identificar formas de reducir la carga plástica en nuestro entorno y, por ende, en nuestro organismo.

¿Qué son exactamente los micro y nanoplásticos?

Los microplásticos son fragmentos de plástico de menos de 5 milímetros de longitud, mientras que los nanoplásticos son aún más pequeños, inferiores a 1 micrómetro. Estas partículas pueden generarse por degradación mecánica, térmica o química de productos como envases, textiles sintéticos, cosméticos y pinturas.

Una vez liberados en el medio ambiente, entran en la cadena alimentaria a través del agua potable, el aire y los alimentos procesados. Estudios previos han encontrado microplásticos en órganos como pulmones, hígado, riñones, placenta y, recientemente, también en sangre. Su tamaño microscópico les permite traspasar barreras biológicas que normalmente protegen al organismo de agentes externos, como la barrera hematoencefálica o la mucosa intestinal.

Detalles del estudio: microplásticos en placas ateroscleróticas

En este estudio clínico, publicado en New England Journal of Medicine, se analizaron biopsias de placas ateroscleróticas extraídas de pacientes sometidos a cirugía arterial. Se utilizaron técnicas de espectroscopía Raman para identificar y caracterizar las partículas plásticas presentes.

Los investigadores encontraron polietileno (PE) y tereftalato de polietileno (PET) en el 58 % de las muestras de pacientes que habían sufrido ictus, frente a solo un 10 % en aquellos sin antecedentes de eventos cerebrovasculares. En algunos casos, la carga plástica alcanzaba hasta 20 microgramos por gramo de tejido, una concentración que sugiere una acumulación prolongada en el tiempo.

Además, los análisis de expresión génica revelaron que las células inmunes de las zonas con mayor acumulación de microplásticos presentaban una activación anormal de rutas inflamatorias, concretamente las mediadas por NF-κB, un factor de transcripción relacionado con procesos crónicos como la aterosclerosis, la fibrosis o incluso el cáncer.

Impacto biológico y mecanismos de daño vascular

Aunque aún se desconoce el alcance total de los efectos de los microplásticos en tejidos humanos, los investigadores apuntan a varios mecanismos probables:

  • Estrés oxidativo: las partículas plásticas pueden generar especies reactivas de oxígeno (ROS), que dañan el ADN y las membranas celulares.

  • Disrupción inmunológica: actúan como cuerpos extraños, estimulando una respuesta inmune persistente que desestabiliza las placas.

  • Alteración endocrina: ciertos aditivos plásticos, como los ftalatos o el bisfenol A, tienen efectos hormonales que afectan el metabolismo lipídico.

  • Bioacumulación de metales pesados: los microplásticos actúan como vectores de contaminantes como plomo, mercurio o cadmio, que también son vasotóxicos.

Todo esto puede favorecer un entorno inflamatorio crónico en el endotelio vascular, lo que compromete la función de las arterias y contribuye al desarrollo de enfermedades como arteriosclerosis, infartos de miocardio o ictus isquémicos.

¿Hasta qué punto estamos expuestos?

Diversos estudios indican que una persona promedio puede ingerir hasta 5 gramos de microplásticos a la semana, el equivalente a una tarjeta de crédito. Esta cifra incluye partículas inhaladas, ingeridas o absorbidas por la piel. El agua embotellada, el marisco, la sal marina y el polvo doméstico son algunas de las principales vías de exposición.

En un experimento llevado a cabo por científicos neerlandeses, se encontraron partículas plásticas en la sangre del 80 % de los participantes. Esto significa que estas sustancias pueden circular libremente por todo el organismo, alcanzando potencialmente cualquier tejido, incluidas las arterias.

Perspectiva sanitaria: ¿cómo afecta a las políticas de salud pública?

El hallazgo de microplásticos en placas arteriales supone un giro importante en la comprensión de los factores de riesgo cardiovasculares. Hasta ahora, factores como la hipertensión, el colesterol alto o el tabaquismo eran los principales objetivos de prevención. Sin embargo, la contaminación ambiental empieza a emerger como un componente igualmente importante.

Incorporar este tipo de variables en las políticas de salud pública podría llevar a una nueva generación de medidas preventivas centradas no solo en el estilo de vida individual, sino en la regulación de la producción y gestión de residuos plásticos. Además, se vuelve urgente establecer límites de seguridad para la presencia de microplásticos en alimentos, agua y aire.

¿Y ahora qué?: líneas futuras de investigación

Este descubrimiento abre muchas puertas, pero también plantea nuevas preguntas. Entre las principales líneas de investigación que deben abordarse destacan:

  • Determinar si los microplásticos actúan como iniciadores o simplemente como aceleradores del daño vascular.

  • Evaluar si existe una dosis mínima por debajo de la cual su presencia sea inocua.

  • Analizar diferencias de exposición entre grupos poblacionales, especialmente en zonas con alta polución ambiental.

  • Desarrollar tecnologías para detectar y eliminar estas partículas del agua potable y los alimentos.

Además, se están explorando biomarcadores que permitan cuantificar la carga plástica en tejidos y correlacionarla con distintos indicadores de riesgo cardiovascular.

Conclusión

La relación entre microplásticos y enfermedades cardiovasculares añade una dimensión más a la compleja interacción entre el medio ambiente y la salud humana. El hecho de que estas partículas, invisibles a simple vista, puedan acumularse en el sistema vascular y alterar procesos biológicos críticos debería ser motivo de atención tanto para científicos como para responsables políticos y sanitarios.

En un mundo cada vez más urbanizado y dependiente del plástico, este tipo de investigaciones nos recuerdan que la salud humana no puede desvincularse del entorno en el que vivimos. La solución no pasará únicamente por tratar las enfermedades, sino también por prevenirlas desde la raíz, repensando nuestra relación con los materiales que nos rodean.

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