Investigaciones recientes revelan que la capacidad de almacenar recuerdos no se limita al cerebro; células en todo el cuerpo poseen mecanismos similares, desafiando las nociones tradicionales sobre la memoria.

El efecto de espaciado, identificado por el psicólogo alemán Hermann Ebbinghaus en 1885, se refiere al fenómeno por el cual la información se retiene de manera más efectiva cuando se estudia en sesiones distribuidas a lo largo del tiempo, en lugar de concentrar el estudio en un solo período prolongado. Este fenómeno, observado en diversos organismos, se atribuía exclusivamente a sistemas neuronales. Sin embargo, investigadores de la Universidad de Nueva York, liderados por Nikolay V. Kukushkin, propusieron que este efecto podría extenderse a células no neuronales.

Experimentos con células no neuronales

El equipo desarrolló una línea celular utilizando células humanas no neuronales de tejidos nerviosos y renales. Al exponer estas células a señales químicas que imitaban los impulsos neurotransmisores del aprendizaje, observaron si podían reconocer patrones de estímulos y mostrar una forma de «cognición celular». Para monitorear este proceso, modificaron las células para producir una proteína fluorescente cuando se activaba un «gen de memoria» específico, crucial en la formación de recuerdos.

Hallazgos sorprendentes

Los resultados fueron impactantes. Las células no neuronales, al recibir señales químicas en intervalos espaciados, activaron el gen de memoria de manera más intensa y prolongada que con una estimulación continua. Esto sugiere que la capacidad de aprender de repeticiones espaciadas no es exclusiva de las células cerebrales, sino una característica fundamental de la función celular.

Implicaciones para la ciencia y la medicina

Este descubrimiento redefine nuestra comprensión de la memoria, indicando que células en todo el cuerpo pueden almacenar información. Esta perspectiva podría revolucionar estrategias de aprendizaje y tratamientos para trastornos relacionados con la memoria, al considerar que la formación de recuerdos no se limita al cerebro, sino que es una propiedad intrínseca de las células.

Conclusión

La memoria, tradicionalmente asociada al cerebro, podría ser una función compartida por diversas células en el organismo. Este hallazgo abre nuevas vías para investigar cómo se forman y almacenan los recuerdos, y cómo esta comprensión puede aplicarse en terapias médicas y métodos educativos.

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