Todos estamos más o menos concienciados del problema de contaminación que causan los plásticos en el mar sobre todo los microplásticos.
Sin embargo, todavía ni siquiera hemos sido capaces de cuantificar la cantidad de nanoplásticos con la que tenemos que enfrentarnos.
Ahora un grupo de científicos ha estimado que unos 43 billones de partículas de plástico en miniatura aterrizan cada año en el país alpino. Los investigadores aún no se ponen de acuerdo sobre el número exacto. Pero según las estimaciones del estudio, podrían ser hasta 3.000 toneladas de nanoplásticos las que cubren Suiza cada año, desde los remotos Alpes hasta las tierras bajas urbanas. Estas estimaciones son muy elevadas en comparación con otros estudios, y se necesitan más investigaciones para verificar estas cifras.
Los científicos estudiaron una pequeña zona a 3106 metros de altitud en la cima de la montaña «Hoher Sonnenblick«, en el Parque Nacional «Hohe Tauern» de Austria. Desde 1886 se encuentra aquí un observatorio del Instituto Central de Meteorología y Geodinámica.
Allí han estudiado el origen de las diminutas partículas de nanoplásticos con ayuda de los datos meteorológicos en Europa. Los investigadores pudieron demostrar que la mayor emisión de nanoplásticos a la atmósfera se produce en zonas urbanas densamente pobladas. Alrededor del 30% de las partículas de nanoplástico medidas en la cima de la montaña se originan en un radio de 200 kilómetros, principalmente en las ciudades. Sin embargo, parece que los plásticos de los océanos del mundo también llegan al aire a través de la espuma de las olas. Alrededor del 10% de las partículas medidas en el estudio fueron arrastradas a la montaña por el viento a lo largo de 2.000 kilómetros, algunas de ellas procedentes del Atlántico.
Además de los plásticos, hay todo tipo de partículas diminutas que van desde la arena del Sáhara hasta las pastillas de freno. Todavía no está claro si este tipo de contaminación del aire supone una amenaza potencial para la salud de los seres humanos. Las nanopartículas, a diferencia de las micropartículas, no acaban en el estómago. Son aspiradas hacia el interior de los pulmones a través de la respiración, donde su tamaño puede permitirles atravesar la barrera célula-sangre y entrar en el torrente sanguíneo humano. Sin embargo, aún no se ha investigado si esto es perjudicial o incluso peligroso.
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Por lo que parece «El agua, el fondo marino, el hielo y la nieve del Ártico están cubiertos de altas concentraciones de microplásticos procedentes de varias partes del planeta, incluida España. La presencia de estos contaminantes afecta a los organismos marinos y empeora los efectos del cambio climático en esta zona que ya no puede considerarse virgen»