Un reciente estudio publicado en 2025 ha analizado un archivo de 3 655 remedios populares recopilados en Irlanda en los años 30, revelando patrones sistemáticos: cuanto más incierta o misteriosa resultaba la causa de una enfermedad, más probable era que fuera tratada mediante curas mágicas, religiosas o rituales. Este trabajo no solo arroja luz sobre la mentalidad ancestral frente a la enfermedad, sino también sobre la función social que cumplían estos remedios en comunidades rurales. A través del análisis cuantitativo de aquellos testimonios del pasado se ofrece una perspectiva novedosa sobre la persistencia y lógica interna —aunque diferente a la medicina moderna— de la medicina popular.

Los orígenes de un archivo asombroso

En 1937, la Irish Folklore Commission (Comisión del Folclore Irlandés), en colaboración con el sistema educativo, puso en marcha un proyecto poco habitual: cientos de colegios primarios repartidos por toda Irlanda pidieron a sus alumnos que entrevistaran a abuelos, vecinos o miembros de sus comunidades sobre historias locales, creencias, tradiciones y “curas” populares. Se generaron decenas de miles de cuadernos manuscritos, que en total sumaron cerca de tres cuartos de millón de páginas. Esos testimonios contenían relatos de antiguos tratamientos basados en plantas, rituales, encantamientos e incluso prácticas mágicas o animales implicados en la curación.

Ese acervo, tras décadas archivado, ha sido recientemente digitalizado y revisado por investigadores de la Brunel University of London, quienes han estudiado 3.655 remedios tradicionales correspondientes a 35 enfermedades distintas. El objetivo: poner a prueba una hipótesis antropológica ampliamente difundida, pero poco verificada con datos reales: la idea de que las curas sobrenaturales emergen cuando la enfermedad resulta misteriosa.

Patrones en la medicina popular: más magia cuando hay dudas

El estudio, publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), reveló que las enfermedades cuyas causas y mecanismos internos habrían resultado “incomprensibles” para la población de la época —como la tuberculosis, la epilepsia o las verrugas— tenían aproximadamente un 50 % más de probabilidades de presentarse en los relatos con curas mágicas o religiosas.

Por el contrario, las lesiones obvias, como cortes o esguinces, con causa evidente y visible, tendían a tratarse con remedios más “naturales” o empíricos. Este patrón sugiere que no fue tanto el grado de gravedad de la afección lo que determinaba el uso de rituales, sino la incertidumbre. El trabajo descarta otras hipótesis: ni la severidad de la enfermedad, ni el dolor, ni la necesidad de cuidados especiales correlacionaban con un uso mayor de lo sobrenatural.

Entre los remedios descritos se encuentran algunos que hoy resultan extraños o incluso grotescos: se recomendaba colocar a un niño enfermo bajo un asno tres veces y luego darle pan soplado por el animal para tratar la tosferina; frotar un caracol negro sobre una verruga y pincharlo con una espina; o que un séptimo hijo tenía poderes sanadores —si previamente sostenía un gusano en la mano hasta que éste moría—.

Los investigadores interpretan estos patrones desde una perspectiva psicológica y antropológica: en contextos de incertidumbre médica, creencias, rituales y supersticiones cumplían una función cognitiva y social. Al ofrecer una explicación —aunque simbólica—, reducían la ansiedad colectiva frente a lo inexplicable y fortalecían vínculos comunitarios. Medical Xpress+1

Entre naturaleza, creencias y comunidad: continuidad de la medicina popular

Estos hallazgos no deben entenderse como un juicio sobre si servían o no; más bien muestran con precisión cómo funcionaba la lógica de la medicina popular. A lo largo de la historia de Irlanda existió una tradición viva de curanderos, hierbaleros y “sabios locales” que combinaban conocimiento empírico —por ejemplo, planta medicinal, ungüentos o cataplasmas— con elementos rituales, mágicos o espirituales.

En algunos casos, los tratamientos consistían en infusiones de plantas, cataplasmas, oraciones, bendiciones, o el uso de elementos naturales considerados sagrados. En otros, se recurría a lo simbólico: pociones, actos rituales, “transfers” de la enfermedad a animales o al entorno, o el uso de objetos cargados de significado. Esa combinación refleja una visión holística de la salud, donde cuerpo, mente y comunidad no estaban separados.

Estudios previos ya habían documentado cómo buena parte de esa tradición se perdió con el paso del tiempo, o quedó relegada a prácticas informales. Sin embargo, trabajos como el reciente demuestran que esas tradiciones no fueron simplemente folklore anecdótico, sino un sistema con coherencia interna, funcional a su contexto social y cognitivo.

Reflexiones sobre nuestro presente: ¿qué nos enseña este legado?

Que la medicina popular tradicional se basara en creencias, rituales y explicaciones sobrenaturales no significa que careciera de sentido: más bien respondía a una necesidad humana básica de comprender lo incomprensible. Cuando la ciencia médica no existía o no alcanzaba a explicar las enfermedades, la población confiaba en remedios transmitidos oralmente que funcionaban también como mecanismo psicológico de consuelo y de control social.

Hoy, en épocas donde muchas enfermedades —pero no todas— tienen explicación médica, estas tradiciones siguen enseñándonos algo sobre la relación entre salud, incertidumbre y cultura. La actitud hacia lo desconocido puede inclinarse hacia el escepticismo, pero también hacia la voluntad de buscar respuestas, consuelo o sentido. En ese sentido, la medicina tradicional y popular sigue siendo objeto de estudio —no ya como alternativa terapéutica universal, sino como patrimonio cultural y como ventana hacia cómo las sociedades afrontan la enfermedad.

Además, este tipo de investigación cuantitativa —recuperando datos de hace casi un siglo, analizando miles de historias, cruzándolas con criterios médicos— permite inspeccionar con rigor fenómenos que antes se consideraban meramente anecdóticos. El trabajo de la Brunel University abre la puerta a comprender cómo emerge lo sobrenatural en contextos de incertidumbre, y cómo esas creencias se integran en sistemas de salud informal.

Finalmente, no conviene subestimar por completo cierto valor empírico que algunas prácticas pudieron haber tenido —por las plantas, los ungüentos o remedios naturales—, aunque hay que tratarlas con ánimo crítico. La historia de la medicina popular no debe verse como un conjunto de mitos absurdos, sino como un esfuerzo humano por curar, aliviar y explicar lo inexplicable.

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