El autismo es una condición del neurodesarrollo que afecta múltiples aspectos de la vida, desde la comunicación hasta la interacción social. Sin embargo, investigaciones recientes han revelado que también puede manifestarse en la forma en que una persona se desplaza. Este artículo explora cómo ciertos patrones de movimiento pueden ofrecer pistas sobre el autismo, analizando las diferencias motoras más comunes, sus causas neurológicas y las implicaciones para el diagnóstico y el apoyo. A través de un enfoque científico y respetuoso con la neurodiversidad, se propone una mirada más amplia sobre cómo el cuerpo expresa lo que ocurre en el cerebro, y cómo estas señales pueden ayudar a comprender mejor las necesidades individuales de las personas autistas.
El movimiento como expresión del neurodesarrollo
El autismo se ha estudiado tradicionalmente desde una perspectiva cognitiva y conductual, pero cada vez más investigaciones apuntan a que también se manifiesta en el plano motor. Características como caminar de puntillas, pasos más amplios o una velocidad de desplazamiento más lenta son comunes entre personas autistas. Estas diferencias no son meramente anecdóticas: se han documentado durante décadas y se consideran indicadores complementarios en el diagnóstico clínico. Además, suelen ir acompañadas de otros desafíos motores como problemas de equilibrio, coordinación o escritura. Lo interesante es que estas variaciones no siempre requieren intervención, pero sí una comprensión más profunda de su origen y significado.
El papel del cerebro en los patrones de movimiento
Las diferencias en el desplazamiento de personas autistas tienen una base neurológica clara. Regiones como los ganglios basales y el cerebelo, encargadas de la secuenciación, el control y la estabilidad del movimiento, presentan variaciones estructurales y funcionales en individuos con autismo. Estas áreas procesan información visual y propioceptiva para ajustar los movimientos y mantener el equilibrio. Cuando su desarrollo es distinto, el resultado puede ser una marcha menos fluida, más variable o con posturas inusuales. Además, factores como el procesamiento sensorial, la planificación motora y las capacidades cognitivas influyen directamente en cómo se mueve una persona. Por ejemplo, una sobrecarga sensorial puede alterar el estilo de desplazamiento, convirtiéndolo en una señal útil para identificar cuándo alguien necesita apoyo.
¿Intervenir o respetar la diferencia?
No todas las diferencias motoras requieren tratamiento. Los especialistas recomiendan un enfoque individualizado, centrado en objetivos funcionales. Si el estilo de movimiento afecta la vida diaria—por ejemplo, provocando caídas, dolor muscular o limitando la participación en actividades físicas—puede ser útil ofrecer apoyo. Esto puede incluir terapia física, programas escolares que integren el movimiento en la rutina o actividades comunitarias como danza o deportes. Lo importante es que estas intervenciones no busquen “normalizar” el movimiento, sino potenciar la autonomía y el bienestar. En este sentido, los modelos de apoyo comunitario permiten que las personas autistas tengan agencia sobre cómo se mueven, evitando que sus diferencias sean vistas como problemas que deben corregirse.
Una nueva mirada hacia la neurodiversidad motora
La forma en que nos desplazamos puede ser una ventana al funcionamiento cerebral. En el caso del autismo, los patrones de movimiento ofrecen pistas valiosas sobre el desarrollo neurológico, las necesidades sensoriales y el estado emocional de la persona. Comprender estas señales no solo mejora el diagnóstico, sino que también permite diseñar entornos más inclusivos y respetuosos. La ciencia está empezando a reconocer que el cuerpo también habla, y que cada paso puede ser una expresión única de la neurodiversidad. Celebrar estas diferencias es clave para construir una sociedad que valore todas las formas de ser y de moverse.
Conclusión
El autismo no solo se manifiesta en el lenguaje o la conducta, sino también en el movimiento. Reconocer y comprender estas diferencias motoras permite avanzar hacia un enfoque más completo e inclusivo del diagnóstico y el apoyo. Las investigaciones actuales nos invitan a mirar más allá de lo evidente y a considerar el desplazamiento como una expresión legítima del neurodesarrollo. En lugar de corregir, debemos acompañar, respetar y potenciar las formas únicas en que cada persona se relaciona con su cuerpo y con el mundo.
