Europa está en plena transición hacia un ecosistema donde los coches autónomos empiezan a asomar en el panorama real, especialmente en el transporte público y las pruebas piloto. En ciudades como Múnich, Uber se prepara a hacer pruebas con vehículos robotaxis sin conductor a partir de 2026, mientras en Reino Unido se prevé una prueba similar en Londres la próxima primavera. Paralelamente, Tesla espera lanzar su sistema Full Self-Driving (FSD) en Europa y China a principios de 2025, aunque la aprobación regulatoria aún está pendiente. Existe una infraestructura legal germinando para respaldar esta tecnología, con el reglamento general de seguridad de la UE y pilotos en países como Suiza o España. La colaboración entre gobiernos, fabricantes y plataformas como Lyft y Baidu apunta a acelerar el proceso, aunque la adaptación en cada país presenta retos distintos. En este artículo repasamos el estado del arte técnico, los desafíos regulatorios y el panorama real de los coches autónomos en Europa… y en iberoamérica. claro.
Primeras muestras del futuro rodando ya
En Múnich, Uber y Momenta preparan probar vehículos totalmente autónomos de nivel 4, sin conductor a bordo, a partir de 2026. Al principio circularán con monitores de seguridad y más adelante operarán sin supervisión humana. Será uno de los primeros robotaxis comerciales de este tipo en Europa, y si la prueba sale bien, está previsto expandir el servicio a más ciudades europeas (The Verge). En Reino Unido, Uber y Wayve contemplan iniciar pruebas sin conductor en Londres a partir de la primavera de 2026, dentro del marco del Automated Vehicles Act, con la ambición de generar miles de puestos de trabajo y una industria de decenas de miles de millones de libras en los próximos años (The Guardian).
Lyft también ha anunciado una colaboración con Baidu para desplegar en 2026 sus robotaxis Apollo Go en Reino Unido y Alemania, combinando la tecnología autónoma de Baidu con la plataforma de Lyft, aunque la viabilidad económica aún es incierta (Business Insider). Baidu negocia también la expansión a Suiza y Turquía, mostrando la intención de crear una red europea de vehículos autónomos.
Europa no se queda atrás en transporte público. En Barcelona, Renault y WeRide han desplegado un autobús autónomo en una ruta circular de 2,2 km; en Reino Unido circulan shuttles automáticos en Solihull o Coventry; y en el aeropuerto de Zúrich opera un Robobus de WeRide en un trazado cerrado. En Suiza, desde marzo de 2025, se permite soltar el volante en autopistas autorizadas y aparcar de forma autónoma en zonas específicas, siempre con supervisión remota.
La regulación: cada avance cuenta
Desde el punto de vista técnico y legal, Europa ha ido generando una base normativa sólida. En julio de 2022 se actualizó el Reglamento General de Seguridad, incorporando por primera vez la aprobación de vehículos con nivel 4 completamente automatizados, especialmente en camiones y autobuses, sin necesidad de conductor. La Comisión Europea ha impulsado un Automotive Action Plan para alinear hardware, software y pilotos de gran escala, con el objetivo de mantener la competitividad frente a China. Ursula von der Leyen subrayó que hacía falta “un gran empujón en software y hardware” para sostener la industria.
En paralelo, Tesla ha anunciado que su sistema FSD podría llegar a Europa y China a principios de 2025, aunque aún espera el visto bueno de los reguladores. Elon Musk ha descrito el sistema europeo como “una tarta de capas”, con múltiples organismos implicados y decisiones que podrían retrasar la introducción hasta mayo o incluso más tarde. Un ejemplo del nivel de exigencia regulatoria está en España: la DGT exige homologaciones basadas en normas de seguridad ISO, ciberseguridad certificada, evaluación de impacto GDPR y pruebas reales antes de autorizar cualquier despliegue de FSD.
Infraestructura, industria y ambición europea
Europa no solo legisla, también invierte. Países como Países Bajos, Suecia, Reino Unido, Alemania y Francia aparecen entre los más preparados en índices internacionales, valorando calidad de carreteras, infraestructura digital, disposición política y peso de la industria automovilística. Un aspecto crítico será la infraestructura inteligente: sensores en el pavimento, cámaras urbanas conectadas y comunicaciones vehículo‑infraestructura que permitan coordinar a los coches con el entorno urbano y carreteras de alta velocidad. Esto requerirá inversiones públicas importantes y redefinición de los contratos de licitación.
El programa Horizon de la UE financia camiones autónomos con sensores avanzados, que circulan en pruebas abiertas por vías públicas, con el objetivo de transformar el transporte de mercancías hacia un modelo más sostenible y eficiente. Wayve, una startup británica de inteligencia artificial aplicada a conducción autónoma, ha abierto un centro de desarrollo en Alemania para trabajar en sistemas ADAS y conducción de nivel superior, aprovechando la experiencia técnica de Stuttgart.
Problemática en España: regulación, infraestructura y percepción
España se encuentra en una situación intermedia: por un lado, las leyes y la DGT permiten pruebas controladas de vehículos autónomos en entornos limitados, pero no hay un marco operativo a gran escala. La infraestructura vial urbana es heterogénea, con carreteras y ciudades con señales, semáforos y pavimento en distintos estados, lo que complica el despliegue de sensores LIDAR, radares y cámaras para un mapeo preciso en tiempo real. Además, la conectividad 5G no está completamente desplegada en todas las rutas estratégicas, lo que limita la capacidad de control remoto y la actualización instantánea de mapas dinámicos.
Otro reto importante es la percepción pública. Muchos ciudadanos españoles muestran desconfianza hacia vehículos autónomos, especialmente por la seguridad en entornos urbanos complejos con peatones y ciclistas. Esto implica que cualquier despliegue masivo requerirá campañas de concienciación, certificaciones visibles y protocolos claros para emergencias. Además, los seguros y responsabilidades legales todavía están en fase de definición, lo que añade incertidumbre a fabricantes y operadores.
Situación en Iberoamérica: retos y oportunidades
Iberoamérica presenta un panorama diferente. La adopción de vehículos autónomos todavía es muy incipiente, con pilotos puntuales en México, Brasil y Chile, pero sin normativa uniforme ni infraestructura preparada para el despliegue masivo. En la mayoría de las ciudades, la red de carreteras y la señalización presentan irregularidades que dificultan la integración de sistemas LIDAR y cámaras de alta precisión, mientras que la conectividad 4G/5G todavía es desigual.
Además, los marcos legales de tránsito suelen estar centrados en la responsabilidad humana, por lo que la introducción de un coche autónomo requiere una actualización legislativa completa. Empresas como Uber y Waymo han realizado pruebas limitadas en ciudades como Ciudad de México y São Paulo, pero siempre con conductor de seguridad presente y rutas restringidas. El reto cultural y social también es relevante: la confianza de los usuarios en la tecnología y la percepción de riesgo en calles muy concurridas son factores que ralentizan la adopción. Sin embargo, estas pruebas abren la puerta a un futuro de movilidad más eficiente, sobre todo para transporte público y logística de última milla.
Reflexiones adicionales
La evolución hacia los coches autónomos en Europa depende de la sincronización entre regulación, tecnología e infraestructura. Desde los taxis sin conductor en Múnich o Londres hasta los minibuses autónomos en aeropuertos y ciudades, Europa avanza poco a poco pero de manera constante.
España ilustra cómo la dispersión normativa y la heterogeneidad urbana pueden retrasar la adopción, mientras que Iberoamérica enfrenta desafíos aún mayores por infraestructura, conectividad y legislación. No obstante, la tendencia es clara: pilotos de nivel 4 en entornos controlados, despliegues graduales de vehículos de reparto autónomos y robotaxis para transporte público comenzarán a definir la movilidad urbana en los próximos años.
Finalmente, aunque estadísticamente los sistemas autónomos puedan superar al ser humano en seguridad, accidentes puntuales y desconfianza pueden frenar la aceptación social. Europa, por su tradición regulatoria, tenderá a exigir un nivel de seguridad superior antes de permitir una adopción generalizada, y España e Iberoamérica tendrán que adaptarse a sus propios ritmos y desafíos.
