Durante años, los pequeños ordenadores tipo Raspberry Pi han sido la opción preferida para servidores domésticos, automatización y pequeños proyectos de “homelab”. Pero la aparición de placas y mini-PCs basados en Intel N100 ha cambiado el panorama: arquitecturas x86 completas, potencia cercana a PCs de escritorio y soporte real para virtualización, contenedores y transcodificación de vídeo convierten al N100 en una opción mucho más completa. En este artículo analizamos por qué muchos usuarios están migrando de Raspberry Pi a soluciones N100, qué ventajas concretas ofrece este procesador, en qué escenarios tiene sentido uno u otro, y cuáles son sus limitaciones. También reflexionamos sobre lo que implica este cambio para la comunidad DIY y de servidores domésticos.
Ventajas técnicas del Intel N100 frente a SBCs tradicionales
Una de las razones principales del auge del N100 es su arquitectura: el procesador cuenta con cuatro núcleos “Gracemont” y una frecuencia turbo de hasta 3,4 GHz; además dispone de 6 MB de caché L3 y arquitectura x86, lo que ofrece un nivel de rendimiento muy superior al de una Raspberry Pi tipo ARM.
Este aumento de potencia se traduce en una mejora notable en varias métricas claves. En tareas de CPU intensivas —compilación de código, procesos en segundo plano, múltiples contenedores Docker— un sistema con N100 puede superar con creces el rendimiento de una RPi. Muchos usuarios reportan que contenedores, VMs ligeras o un servidor Plex/Jellyfin funcionan fluidamente incluso con múltiples servicios activos.
Otro aspecto decisivo es la compatibilidad de software: al ser arquitectura x86, resulta posible instalar distribuciones estándar de Linux, Windows o sistemas de virtualización como Proxmox sin tener que lidiar con las limitaciones del ecosistema ARM. Esto facilita la gestión de máquinas virtuales, contenedores y aplicaciones pensadas para entornos de escritorio o servidor.
Además, muchas placas y mini-PCs N100 permiten almacenamiento NVMe rápido, lo que mejora significativamente el rendimiento de I/O en comparación con las soluciones basadas en tarjetas SD o microSD frecuentes en SBC.
En cuanto a red y conectividad, algunos modelos incluyen puertos Ethernet de 2.5 Gb (o al menos 1 Gb nativo), varias salidas de vídeo y puertos USB-C, lo que los hace más versátiles para un servidor doméstico completo.
Por último, el consumo energético sigue siendo razonable: aunque superior al de una Raspberry Pi en reposo, muchos mini-PCs con N100 operan en torno a los 10-12 W bajo carga moderada, lo que sigue siendo muy competente respecto a un PC de sobremesa tradicional.
¿Por qué hay quienes dicen que “el N100 mató a la Raspberry Pi como servidor doméstico”?
Algunos artículos recientes afirman que el Intel N100 ha desplazado a la Raspberry Pi en muchos escenarios de servidor doméstico. XDA Developers La razón es sencilla: la relación rendimiento/coste/versatilidad ha mejorado lo suficiente como para que soluciones basadas en N100 ofrezcan hoy una experiencia muy cercana a la de un PC tradicional, pero en formato compacto y eficiente.
Para muchos usuarios, la Pi ya tiene sentido sólo en proyectos de automatización, IoT, educación o cuando se necesita GPIO. Pero para servidores, NAS, containers o máquinas virtuales, el N100 permite olvidarse de las adaptaciones específicas de ARM, las limitaciones de almacenamiento en microSD y los cuellos de botella en CPU o I/O. Incluso quienes usaban Raspberry Pi durante años reconocen que, al montar un entorno homelab con múltiples servicios, el rendimiento quedaba limitado —un problema que desaparece con N100.
Un ejemplo: un usuario comenta en un foro de homelab que tras migrar de Raspberry Pi a un mini-PC con N100 y 32 GB de RAM su servidor “simplemente vuela, sin esfuerzo alguno”.
Asimismo, gracias a la compatibilidad x86, la mayoría de imágenes Docker, scripts, paquetes y herramientas disponibles en Linux funcionan directamente sin recompilar para ARM, lo que reduce complejidad y problemas.
El producto estrella: mini-PCs con Intel N100 como servidor doméstico
Un claro ejemplo de este enfoque es el uso de un mini-PC con Intel N100 configurado como servidor doméstico silencioso, con Docker, contenedores, servicios de red y almacenamiento NVMe. Así lo describe un artículo donde el autor abandonó Raspberry Pi y portátiles antiguos tras años de experiencia con ambos.
Este tipo de servidores suelen consistir en tres elementos básicos: un mini-PC con N100 (a ser posible pasivo y con al menos 8 GB de RAM), un SSD o unidad NVMe rápida, y sistema operativo tipo Debian o Ubuntu server. Esa configuración permite ejecutar contenedores, acceder remotamente al servidor, gestionar servicios y hacerlo sin apenas ruido, ya que muchos modelos funcionan con ventilación nula o mínima.
En uso real, un sistema con N100 puede mantener un consumo en torno a 8-12 W bajo carga mixta (contenedores, servidor multimedia, base de datos, etc.), lo que lo hace sostenible para funcionar 24/7 sin penalizar demasiado la factura eléctrica.
Esta combinación resulta especialmente atractiva para usuarios que quieren un servidor doméstico fiable, con compatibilidad x86, buena capacidad de almacenamiento y posibilidad de ejecutar contenedores o máquinas virtuales sin complicaciones.
En qué escenarios sigue siendo útil una Raspberry Pi
No obstante, la Raspberry Pi no está obsoleta: tiene ventajas en ciertos entornos donde su bajo consumo, tamaño reducido, comunidad y soporte de hardware específico siguen dando sentido a su uso. Por ejemplo, en proyectos de IoT, domótica ligera, sensores, control GPIO, dispositivos alimentados por batería o situaciones donde el espacio físico y el consumo son clave.
Si lo que buscas es montar unas pocas automatizaciones, algún script ligero, sensores, pequeños servidores web o tareas de bajo perfil sin necesidad de potencia, la Pi sigue siendo una opción razonable y eficiente. Además su comunidad masiva y la multitud de tutoriales, recursos y soporte la hacen ideal para principiantes o proyectos DIY.
Sin embargo, cuando aumentan las necesidades —más servicios, contenedores, acceso remoto, base de datos, almacenamiento rápido o virtualización—, las limitaciones de CPU, memoria, almacenamiento y arquitectura ARM empiezan a pesar. En esos casos, un mini-PC con N100 resulta más lógico.
Reflexiones adicionales
El avance representado por el Intel N100 no significa el fin de las SBC ni una sustitución total de todo lo que ofrece un ecosistema como el de Raspberry Pi. Más bien coincide con una evolución del mercado: los mini-PCs económicos con potencia real están ocupando un nicho intermedio entre los PCs completos y los SBC.
Para quienes montan servidores domésticos, homelabs, entornos de automatización o máquinas virtuales, el salto a N100 representa un ahorro de tiempo, compatibilidad y mantenimiento: no hace falta adaptar imágenes ARM ni lidiar con las limitaciones de la microSD y sus velocidades o fiabilidad.
Para proyectos integrados con hardware, sensores, GPIO y electrónica —automatización casera, pequeños dispositivos embebidos, IOT— la Raspberry Pi sigue siendo insustituible cuando el consumo y la modularidad importan.
Creo que esta coexistencia refleja algo positivo: cada herramienta tiene su propósito, y el usuario puede elegir la que mejor se adapte a sus necesidades reales. Si lo que quieres es montar un servidor doméstico serio, con contenedores, red, almacenamiento rápido y virtualización ligera, un mini-PC con Intel N100 tiene sentido. Si lo que buscas es experimentar, aprender, hacer automatización ligera o trabajar con hardware, la Pi sigue siendo un aliado válido.
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