La posibilidad de ejecutar Doom en cualquier dispositivo imaginable se ha convertido en una especie de reto dentro de la cultura tecnológica. Desde relojes inteligentes hasta calculadoras gráficas, el mítico juego ha servido como banco de pruebas para demostrar la flexibilidad del software y la inventiva de la comunidad maker. En esta ocasión, el intento ha ido más allá de lo previsible: un vapeador modificado para actuar como pantalla secundaria y, en teoría, como plataforma capaz de ejecutar el legendario título de los años noventa.
El experimento, sin embargo, no ha sido del todo exitoso. Aunque el hardware de algunos vapeadores es más potente de lo que podría pensarse, la falta de memoria SRAM disponible en su interior ha demostrado ser un obstáculo insalvable. Esto no significa que el proyecto carezca de interés: al contrario, revela hasta qué punto la tecnología de consumo puede reutilizarse con fines creativos y cómo los límites técnicos definen la frontera entre lo posible y lo imposible en la computación embebida.
El mito de Doom en cualquier dispositivo
Ejecutar Doom en hardware inusual se ha convertido en un ritual recurrente. La comunidad hacker disfruta demostrando que, con ingenio y paciencia, un juego diseñado hace más de tres décadas puede funcionar en casi cualquier plataforma. Sin embargo, como recoge Hackaday, no basta con que un dispositivo disponga de una pantalla y un procesador; la memoria disponible es crucial para soportar los requisitos básicos del motor gráfico.
El problema en el caso del vapeador radica en que el microcontrolador integrado solo dispone de entre 128 y 256 KB de SRAM. Esta cifra puede parecer suficiente para una interfaz gráfica sencilla, pero está muy lejos de los megabytes necesarios para gestionar texturas, mapas y cálculos de colisiones en un videojuego tridimensional como Doom. Cada frame del juego necesita un buffer de vídeo que, en resoluciones mínimas, ronda los 150 KB, sin contar con los datos de enemigos, proyectiles y rutinas de sonido. En la práctica, el sistema se queda sin recursos incluso antes de iniciar el renderizado.
Vapeadores con pantallas inesperadamente capaces
Lo sorprendente de este proyecto no es solo la ambición de ejecutar Doom, sino el descubrimiento de que algunos vapeadores modernos incluyen pantallas OLED a color con resoluciones de hasta 240×240 píxeles. Tal como señala CNX Software, estas pantallas son lo bastante claras y brillantes como para utilizarlas en otros contextos, desde monitores auxiliares hasta visualizadores de datos en proyectos electrónicos.
La potencia de las pantallas, combinada con procesadores internos más capaces de lo esperado, ha permitido experimentar con usos alternativos. Aunque ejecutar Doom ha resultado imposible por la falta de memoria, sí se ha conseguido usar estos paneles como pantallas secundarias conectadas a microcontroladores externos o incluso a ordenadores completos. En este escenario, el vapeador se convierte en un periférico curioso, pero funcional.
El obstáculo de la SRAM
La SRAM es la clave de todo este experimento. Mientras que otros dispositivos de bajo consumo pueden apoyarse en memorias externas o en sistemas de gestión más avanzados, los vapeadores suelen contar con recursos muy ajustados. El diseño está pensado para manejar menús básicos, mostrar indicadores de batería o potencia, y poco más.
Un port de Doom, por muy optimizado que esté, exige varios megabytes de memoria operativa. Esto se debe a que el motor utiliza buffers de vídeo para cada frame, almacena texturas comprimidas y gestiona al mismo tiempo la lógica del juego. Sin la posibilidad de cargar y descargar datos de manera dinámica en memoria virtual, el sistema simplemente se queda corto. Según cálculos de la comunidad, incluso utilizando resoluciones mínimas de 128×64 píxeles, los recursos de un vapeador no bastan para mantener una tasa de refresco jugable.
Vapeadores como pantallas auxiliares
Si ejecutar Doom resulta inviable, ¿qué aplicaciones prácticas puede tener esta modificación? La respuesta está en aprovechar el panel OLED como pantalla secundaria. A través de interfaces como SPI o I²C, es posible conectarlo a microcontroladores más potentes, como un ESP32 o una Raspberry Pi. En este caso, el vapeador funciona como un monitor alternativo en miniatura.
Esto abre posibilidades interesantes en proyectos de domótica, estaciones meteorológicas portátiles o dashboards de sistemas embebidos. Tal como y comentábamos hace unos días algunos desarrolladores han conseguido mostrar datos de sensores, gráficas en tiempo real o notificaciones personalizadas. Al delegar el procesamiento en un dispositivo externo, se superan las limitaciones de SRAM y se aprovecha al máximo la pantalla del vapeador.
Una tradición de ports imposibles
Para entender la fascinación que despiertan estos experimentos conviene repasar la historia de los ports de Doom en dispositivos insólitos. El juego original de 1993 fue programado para PC con hardware relativamente limitado, pero su motor gráfico se diseñó con una arquitectura modular que ha facilitado las adaptaciones. Desde entonces, la comunidad ha trabajado en versiones para plataformas cada vez más extravagantes.
Uno de los hitos más comentados fue la ejecución de Doom en una calculadora gráfica TI-83, un dispositivo con apenas 6 MHz de CPU y 24 KB de RAM. La jugabilidad era mínima, pero el simple hecho de lograrlo mostró el potencial del ingenio colectivo. Años más tarde, alguien consiguió llevar el juego a un cajero automático reconvertido, utilizando la pantalla y el hardware embebido para lanzar partidas en lo que antes era una interfaz bancaria.
También han aparecido versiones en relojes inteligentes, cámaras digitales e incluso en pantallas de osciloscopios. En cada caso, las limitaciones técnicas obligan a recortar gráficos, eliminar sonido o reducir la resolución a niveles casi impracticables. Sin embargo, el valor de estos proyectos no reside tanto en la jugabilidad como en la demostración de que el código de Doom puede adaptarse a casi cualquier hardware.
En el caso del vapeador, la tradición se repite, aunque con un matiz importante: aquí no se ha logrado ejecutar el juego, pero sí se ha descubierto una aplicación alternativa. El intento de port ha servido para revelar que los vapeadores modernos disponen de pantallas de calidad inesperada, lo que abre un abanico de posibilidades para la comunidad maker.
Más allá de la anécdota
En el fondo, lo que este tipo de proyectos demuestra es la creatividad de la comunidad maker. No se trata solo de ejecutar un videojuego por el simple hecho de hacerlo, sino de poner a prueba los límites de la tecnología de consumo. Al intentar llevar Doom a un vapeador, los desarrolladores han descubierto nuevas posibilidades, como la conversión de estos dispositivos en periféricos de bajo coste para proyectos alternativos.
Este tipo de experimentación también resalta la importancia de la documentación abierta y del acceso a especificaciones técnicas. Muchos de los progresos en la reutilización de hardware provienen del trabajo colectivo, en el que los entusiastas comparten códigos, esquemas y soluciones a problemas de integración.
Reflexiones finales
El intento de ejecutar Doom en un vapeador ha acabado convirtiéndose en un recordatorio de los límites del hardware, pero también en una prueba de que la creatividad técnica puede encontrar caminos inesperados. Aunque la SRAM insuficiente haya impedido que el juego funcione, la reutilización de la pantalla OLED demuestra que incluso un objeto tan cotidiano como un vapeador puede tener una segunda vida en el mundo de la computación embebida.
Más allá de la anécdota, el verdadero valor de este proyecto está en la demostración práctica de que el hardware barato y ampliamente disponible puede aprovecharse en proyectos creativos. El futuro de estas iniciativas probablemente no pase por intentar correr Doom en cualquier dispositivo imaginable, sino por identificar qué componentes tienen utilidad real y cómo integrarlos de forma efectiva en aplicaciones prácticas.
