Este artículo examina en detalle el reciente ciberataque contra la aerolínea estatal rusa Aeroflot, junto con otras operaciones digitales ofensivas orquestadas por grupos pro-ucranianos y bielorrusos. Se analizan el alcance de los daños técnicos, las implicaciones operativas, y el contexto geopolítico más amplio. El tono semiformal permite un análisis riguroso y accesible, combinando explicaciones técnicas, impacto sobre la infraestructura aeroportuaria y reflexiones sobre el papel de las redes como nuevo frente de conflicto contemporáneo.
El ataque masivo a Aeroflot: impacto y contexto operativo
Durante la noche del 28 de julio de 2025, grupos de hackers pro-ucranianos (Silient Crow) y bielorrusos (Cyber Partisans) llevaron a cabo un ciberataque devastador contra Aeroflot, la principal aerolínea de Rusia. Según informaciones, fueron completamente borradas bases de datos internas, con entre 7 000 y 8 000 servidores y ordenadores destruidos digitalmente, paralizando operaciones en aeropuertos como Sheremetievo en Moscú y Púlkovo en San Petersburgo.
El colapso del sistema causó cancelaciones masivas de vuelos, imposibilidad para coordinar tripulaciones, el seguimiento de mantenimiento o el rastreo de viajeros y cargas —con la paralización casi total del servicio de carga y pasajeros de Aeroflot.
Los grupos implicados: Cyber Partisans y Silent Crow
El ataque fue reivindicado por dos colectivos: los Cyber Partisans bielorrusos y el grupo ucraniano Silent Crow. Ambos son conocidos por acciones disruptivas previas en infraestructuras estatales y criticados por operar sin respaldo oficial directo, aunque con conexiones informales al ámbito ucraniano.
Los Cyber Partisans, fundados en 2020, han ejecutado hackeos contra sistemas estatales bielorrusos, transportes y medios oficiales. Silent Crow, identificado por la firma Bi.Zone, ha golpeado instituciones rusas desde 2022 (registro de propiedad, telecomunicaciones, seguros, gobierno regional…), y consideró que la parálisis digital de Aeroflot era un golpe más efectivo y económico que ataques con drones.
Similitudes con otras ofensivas digitales estratégicas ucranianas
El ataque a Aeroflot se enmarca dentro de una estrategia digital más amplia liderada por unidades como la HUR (Inteligencia Militar de Ucrania). Operaciones recientes incluyen ataques a Gazprom, proveedores de drones, al transporte ferroviario ruso y al sistema gubernamental de Crimea.
Estos ciberataques han destruido servidores, eliminado respaldos y exfiltrado gigabytes o incluso terabytes de datos críticos estratégicos. Asimismo, han afectado a componentes logísticos, administrativos y militares profundizando la paralización operativa del adversario .
Implicaciones geopolíticas y retos para la defensa digital
Las operaciones contra Aeroflot y otras infraestructuras clave revelan cómo el ciberespacio se ha convertido en un frente estratégico en conflictos modernos. No se trata solo de paralizar servicios, sino de afectar la capacidad logística y de decisión del adversario. Esto plantea la necesidad de tratar los ciberataques como acciones bélicas, no meras intrusiones informáticas.
Organismos internacionales ya estudian reconocer estas ofensivas como violaciones del derecho internacional humanitario, equiparando ataques en red a bombardeos o sabotajes físicos. La estrecha colaboración entre grupos civiles, inteligencia y operadores informáticos evidencia que las guerras del futuro combinarán lo digital y lo físico en tiempo real.
Conclusión
El ciberataque a Aeroflot marcó un punto de inflexión: desde la noche del 28 de julio de 2025, una infraestructura nacional estratégica quedó paralizada digitalmente, con consecuencias inmediatas sobre vuelos, logística y reputación operativa de Rusia. Silient Crow y Cyber Partisans lograron destruir miles de sistemas críticos, generando pérdidas millonarias y caos en aeropuertos.
Este episodio no es aislado, sino parte de una campaña digital más amplia por parte de Ucrania, que combina extracciones de inteligencia, destrucción de sistemas y ataques ofensivos. La lección global es clara: la ciberseguridad estratégica debe proteger y responder con agilidad; los países deben integrar defensa digital en sus estrategias nacionales y promover marcos legales internacionales que consideren estos ataques como actos de guerra.

La sofisticación del ciberespionaje ruso ha alcanzado un nuevo nivel: el grupo Secret Blizzard logró infiltrarse en embajadas en Moscú mediante ataques “adversario en el medio” (AiTM), aprovechando el acceso a proveedores locales de internet para instalar el malware ApolloShadow.
Esta táctica revela una preocupante capacidad de vigilancia estatal a través de infraestructuras civiles. Paralelamente, y tal y como comentábamos ayer el ciberataque de los grupos ucranianos y bielorrusos Silent Crow y Cyber Partisans contra Aeroflot dejó más de 100 vuelos cancelados y miles de pasajeros varados.
Ambos incidentes reflejan cómo el conflicto geopolítico se libra también en el ciberespacio, con consecuencias reales para gobiernos y ciudadanos.