El asteroide Bennu, objeto de estudio de la misión OSIRIS-REx de la NASA, ha revelado una composición sorprendente: contiene granos de polvo estelar que se formaron antes que el propio Sol. Este hallazgo, respaldado por tres estudios recientes, ofrece una ventana directa al material primigenio que dio origen al sistema solar. Los investigadores han identificado compuestos orgánicos, minerales alterados por agua y granos presolares con firmas químicas únicas. Estos elementos permiten reconstruir procesos astrofísicos que ocurrieron hace más de 4.600 millones de años. El análisis de las muestras recogidas en 2020 confirma que Bennu es una cápsula del tiempo que ha conservado intactos fragmentos de estrellas extintas, reacciones geoquímicas y evidencias de impactos cósmicos. Este artículo profundiza en los datos técnicos, el contexto astronómico y las implicaciones científicas del descubrimiento.
Un viaje al pasado cósmico
El análisis de las muestras extraídas por la sonda OSIRIS-REx ha permitido identificar granos presolares, es decir, partículas que se formaron en estrellas anteriores al nacimiento del sistema solar. Estos granos, como el carburo de silicio (SiC), presentan firmas isotópicas que no se corresponden con ningún cuerpo del sistema solar actual. Según Pierre Haenecour, investigador de la Universidad de Arizona, estos materiales “no podrían observarse directamente porque las estrellas que los generaron ya no existen”.
La presencia de estos granos en Bennu indica que el asteroide se formó a partir de una mezcla de polvo interestelar y compuestos generados por procesos internos en su cuerpo progenitor. Este cuerpo mayor, situado originalmente en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, fue destruido por una colisión hace millones de años. Bennu es uno de los fragmentos resultantes, y su composición refleja tanto el legado estelar como las transformaciones geológicas posteriores.
Composición mineral y alteración por agua
Uno de los estudios publicados en Nature Astronomy revela que aproximadamente el 80 % de los minerales presentes en Bennu se formaron por reacciones entre polvo y agua líquida en el interior del asteroide original. Este dato sugiere que el cuerpo progenitor de Bennu contenía hielo que, al fundirse, interactuó con los silicatos para formar filosilicatos y otros minerales hidratados.
La presencia de estos compuestos indica que Bennu no es un simple bloque rocoso, sino un objeto con una historia geoquímica compleja. La alteración por agua implica temperaturas superiores a 0 °C durante periodos prolongados, lo que contradice la idea de que los asteroides son cuerpos completamente inertes. Además, los minerales identificados presentan estructuras cristalinas que solo se forman bajo condiciones específicas de presión y temperatura, lo que permite reconstruir el entorno físico del asteroide original.
Impactos y erosión espacial
Otro estudio, publicado en Nature Geoscience, analiza cómo la superficie de Bennu ha sido modificada por procesos de erosión espacial. Se han identificado cráteres microscópicos y salpicaduras de roca fundida causadas por impactos de micrometeoritos y por la acción del viento solar. Estas alteraciones afectan la capa superficial del asteroide, que ha estado expuesta a rayos cósmicos durante entre 2 y 7 millones de años.
Este tipo de erosión, conocida como “space weathering”, modifica las propiedades ópticas y químicas de los minerales, dificultando su análisis espectroscópico desde la Tierra. Sin embargo, gracias a las muestras directas recogidas por OSIRIS-REx, los científicos han podido estudiar estos efectos con precisión. Lindsay Keller, del Centro Espacial Johnson de la NASA, afirma que “la erosión espacial en Bennu ocurre más rápido de lo que se pensaba”.
Comparación con otros asteroides
Los resultados obtenidos de Bennu han sido comparados con los datos de Ryugu, otro asteroide estudiado por la misión japonesa Hayabusa2. Aunque ambos cuerpos comparten características como la presencia de compuestos orgánicos y minerales hidratados, Bennu muestra una mayor proporción de granos presolares y evidencias más claras de alteración por agua.
Esta diferencia sugiere que los procesos de formación y evolución de los asteroides pueden variar significativamente incluso dentro del mismo cinturón. Además, la comparación permite validar modelos de evolución superficial y estimar la tasa de erosión en función de la exposición al entorno espacial. La diversidad mineral entre Bennu y Ryugu también plantea preguntas sobre la distribución del material interestelar en el sistema solar primitivo.
Implicaciones astrofísicas
La identificación de granos presolares en Bennu tiene implicaciones directas para la astrofísica estelar. Estos granos actúan como trazadores de procesos nucleares que ocurrieron en estrellas de tipo AGB (Asymptotic Giant Branch) y supernovas. Su composición isotópica permite reconstruir las condiciones de temperatura, presión y composición química en las que se formaron.
Además, el hecho de que estos granos hayan sobrevivido a múltiples impactos, reacciones químicas y millones de años de exposición espacial indica que son extremadamente resistentes. Su estudio proporciona datos sobre la estabilidad de los compuestos interestelares y sobre la dinámica de transporte de material en la nebulosa solar. En términos técnicos, se trata de una validación empírica de modelos de evolución estelar y de formación planetaria.
El papel de OSIRIS-REx
La misión OSIRIS-REx ha sido clave para obtener estos resultados. Tras estudiar Bennu durante más de un año, la sonda realizó una maniobra de recogida de muestras en 2020, extrayendo cerca de 60 gramos de material superficial. Estas muestras fueron enviadas a la Tierra en 2023 y analizadas por equipos multidisciplinares.
La ventaja de contar con muestras directas es que permiten realizar análisis geoquímicos, isotópicos y estructurales con una precisión imposible de alcanzar mediante observación remota. Jessica Barnes, también de la Universidad de Arizona, destaca que “solo gracias a las muestras hemos podido obtener estas respuestas”. La misión ha proporcionado un contexto geológico completo, incluyendo mapas de distribución mineral y modelos de densidad superficial.
Reflexiones finales
El estudio de Bennu confirma que los asteroides son mucho más que rocas flotantes. Son archivos cósmicos que conservan información sobre el origen del sistema solar, la evolución estelar y los procesos geológicos primitivos. La presencia de granos anteriores al Sol, compuestos orgánicos y minerales alterados por agua convierte a Bennu en un objeto de estudio prioritario para la ciencia planetaria.
Además, los datos obtenidos permiten mejorar los modelos de formación de planetas, estimar la distribución de material interestelar y comprender mejor los procesos de erosión espacial. La comparación con otros asteroides como Ryugu amplía el espectro de análisis y plantea nuevas preguntas sobre la diversidad de cuerpos menores en el sistema solar.
