En la era en que los teléfonos inteligentes dominan cada aspecto de nuestra interacción con la tecnología, surge una propuesta distinta: el dispositivo Rabbit R1, diseñado como un asistente de IA de bolsillo independiente del móvil. Ahora, la compañía anuncia una segunda generación, prevista para 2026, que busca redefinir lo que entendemos por gadget de IA personal. En este artículo se analiza su evolución técnica, su planteamiento funcional, los retos a los que se enfrenta y el contexto en el que compite, sin olvidar centrarnos en el modelo original y en qué ha cambiado ahora.
¿Qué es el Rabbit R1 y por qué este nuevo modelo importa?
El Rabbit R1 se lanzó como un dispositivo autónomo con diseño de hardware específico, pantalla reducida, micrófonos, cámaras y conectividad a Internet vía Wi-Fi o LTE. Según la información recogida, su sistema operativo es denominado rabbitOS y está basado en AOSP (Android Open Source Project), aunque la empresa afirma que funciona con modificaciones de firmware y elementos en la nube, como explica TechRadar.
Técnicamente, el R1 está pensado para actuar como un “agente” de IA que entienda tu voz, ejecute comandos, controle otros dispositivos y opere sin depender exclusivamente del smartphone. Sin embargo, su primer modelo fue recibido con críticas relativas a que muchas de sus funciones podían lograrse con un teléfono, y que su autonomía y utilidad reales eran limitadas, según detalla Android Authority.
Ahora, con la segunda generación anunciada para 2026, los responsables han señalado que trabajan en un “formato tres-en-uno”, lo que sugiere que el nuevo dispositivo podría combinar funciones de reloj, auricular o smartphone-ligero, o bien integrar diversas formas de interacción. Las dudas persisten sobre en qué medida este nuevo modelo va a distanciarse del móvil tradicional. Técnicamente, hablamos de una plataforma que debería incluir un agente de IA multitarea, alta integración hardware-software, sensores optimizados para voz y visión, una batería con mayor duración y una interfaz altamente simplificada. Si se midiera su rendimiento en tareas del “agente”, podrían haberse marcado objetivos como latencias de respuesta por debajo de 100 ms, memoria RAM de al menos 8 GB, almacenamiento mínimo de 128 GB y conectividad 5G y Wi-Fi 6E para asegurar fluidez de datos.
Centrándonos en el producto principal: Rabbit R1
El modelo original Rabbit R1 presentó una pantalla táctil pequeña —aproximadamente 2,88 pulgadas según Wikipedia— junto con botón “push-to-talk”, acelerómetro, giroscopio, micrófonos duales y cámara de 8 MP. La conectividad incluía Wi-Fi y también soporte para eSIM o SIM física en determinadas versiones. Su orientación era ofrecer control por voz e interacción rápida con la IA, vía comandos como “envía un mensaje”, “encuentra este documento”, “reproduce música” y otras funciones contextuales.
Sin embargo, una de las carencias técnicas más señaladas fue la batería: en una prueba de 24 horas con uso moderado, el dispositivo agotó la carga antes de amanecer, lo que supone una autonomía inferior a lo esperado para un gadget que pretende reemplazar parte del móvil, según Android Central.
Desde el punto de vista software, se construyó sobre un cliente que actuaba como front-end mientras que la “inteligencia” se alojaba en la nube: la compañía lo describe como “rabbitOS y LAM (large action model) ejecutándose en el cloud con firmware personalizado”, tal como explicaba TechRadar. En cuanto a la recepción, a pesar de su precio relativamente bajo (unos 199 US$), su tasa de usuarios activos diarios bajó a solo 5 000 personas a los pocos meses del lanzamiento, de acuerdo con The Verge.
En resumen, el primer Rabbit R1 fue una intentona ambiciosa: hardware dedicado, enfoque de agente de IA, diseño compacto, pero con limitaciones reales en funcionalidad comparado con un smartphone moderno. El nuevo modelo debe corregir esas carencias: batería, integración de sensores, fluidez de IA, autonomía real y procesamiento local frente a nube. Si lo logra, puede convertirse en un verdadero complemento o incluso alternativa al móvil.
¿Qué cambios cabe esperar en la segunda generación?
La nueva versión que se planea para 2026 parece orientada a diversificar la forma del dispositivo y elevar sus capacidades. Cuando un CEO anuncia que están desarrollando prototipos con “formato tres-en-uno”, la implicación es que ya no será solo un dispositivo de tipo “pendant” o “token” de IA, sino quizá un reloj inteligente con funciones de agente, o un auricular con pantalla emergente y capacidades visuales de IA. Técnicamente eso implicaría incorporar sensores más sofisticados: cámara con resolución mejorada, micrófonos de campo lejano, posiblemente sensores de proximidad y ambiente, y un procesador dedicado para IA local (por ejemplo, un NPU de al menos 6 TOPS).
Otro cambio será la integración con el ecosistema de IA generativa: se está hablando de que los teléfonos inteligentes en los próximos 18-24 meses serán “agentic” (es decir, capaces de actuar autónomamente en tareas). Este nuevo dispositivo de Rabbit intentará adelantarse a esa tendencia, ofreciendo “asistencia continua” sin depender del móvil, según Android Authority. En cuanto a arquitectura técnica, podríamos esperar una batería de al menos 4 000 mAh o modular, soporte 5G mmWave + Wi-Fi 7, almacenamiento UFS 4.0 de 256 GB y al menos 12 GB de RAM para gestionar modelos de IA en dispositivo. Además, la empresa podría optimizar la latencia de comando-respuesta, apuntando a menos de 50 ms desde que se pulsa un botón hasta que el agente ejecuta la acción.
Un elemento clave será la experiencia de interfaz: pasar de la interacción de voz y pantalla pequeña a una experiencia multimodal que incluya voz, texto, imágenes e incluso gestos. Tales mejoras podrían materializarse en una interfaz que permita “conversar” con el dispositivo, establecer tareas comunes (reservas, gestión de correo, control domótico) y que esta sea capturada, ejecutada y almacenada localmente o en la nube de forma fluida. Las referencias a una “generative UI” ya están presentes en una actualización de software para el R1 original, como adelantó The Verge.
Contexto de mercado y reflexiones sobre el futuro
El lanzamiento del primer R1 y el anuncio de su sucesor ocurren en un momento en que la IA generativa, los asistentes personales y los gadgets autónomos están en plena efervescencia. El reto es saber si el mercado aceptará un dispositivo adicional al smartphone o si la funcionalidad se integrará directamente en los teléfonos que ya usamos. Desde un punto técnico, la pregunta es si la ventaja competitiva de un gadget independiente es suficiente frente a un móvil con NPU de 20 TOPS, cámara triple, batería de 5 000 mAh y conectividad completa. Hasta ahora, el primer R1 no logró superar esa comparación.
Por tanto, la segunda generación puede ser una apuesta más arriesgada pero también más necesaria para justificar su existencia: debe aportar valor diferencial medible (por ejemplo, autonomía extendida, latencia ultra-baja, sensores especializados, interfaz de agente real), no solo “otra pantalla pequeña con voz”. El éxito dependerá de cómo esté implementado el ecosistema: hardware + software + servicios de IA + conectividad + actualizaciones. Hablamos de un dispositivo cuyo firmware podría necesitar decenas de actualizaciones OTA al año si pretende mejorar en tareas de agente continuo.
Además, desde el plano tecnológico, el dispositivo debe adaptarse a los desafíos de privacidad, seguridad y procesamiento local. Si la mayoría de la “inteligencia” se ejecuta en la nube, intervienen factores como latencia de red, consumo de datos, firmeza de la conexión y riesgo de interrupción del servicio. Si se ejecuta localmente, el reto es la integración de modelos de IA comprimidos, la gestión térmica, el consumo de batería y el soporte de hardware especializado. Técnicamente podríamos decir que un buen gadget de este tipo debería manejar modelos de al menos 3-5 mil millones de parámetros en dispositivo, con optimización de inferencia en menos de 100 ms y consumo energético gradual para permitir jornadas de uso prolongado.
Desde la experiencia del usuario, el gadget también debe acomodarse en el día a día: peso, tamaño, facilidad de uso, integridad del sistema, integración con otros dispositivos (móvil, hogar, coche). Si resulta que al final necesitamos llevar dos o tres dispositivos distintos, el argumento de valor de un gadget adicional se debilita bastante. La misma empresa reconoció que “nadie quiere llevar dos dispositivos”, según Android Authority.
Reflexiones finales
El segundo modelo del Rabbit R1 podría marcar un punto de inflexión en la historia de los gadgets de IA personales, si es que consigue solventar los handicap del primero: autonomía insuficiente, funcionalidad limitada, necesidad de depender del smartphone. Si lo consigue, estaremos ante un nuevo tipo de dispositivo —más un compañero inteligente que un periférico— con uso independiente del móvil tradicional. En caso contrario, el enfoque podría reafirmar que el smartphone, con sus sucesivas versiones, seguirá siendo el vehículo principal para la IA personal.
En cualquier caso, la idea de disponer de un agente de IA portátil, siempre conectado, que entienda voz + contexto + acción y que puede actuar por ti sin que tengas que sacar el teléfono, es atractiva. Pero las especificaciones técnicas, la integración social, la experiencia del usuario, la duración real de batería, la latencia de respuesta y la potencia de los modelos de IA serán los factores que dicten si esta idea se convierte en realidad útil o se queda como experimento tecnológico. El anuncio de la segunda generación para 2026 es una apuesta firme; queda ver si el mercado le da margen para demostrarla.
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