Un grupo de científicos de la Universidad canadiense de Calgary ha encontrado una forma sorprendente de detectar la exposición prolongada al radón, un gas radiactivo responsable de miles de casos de cáncer de pulmón cada año. Su herramienta de análisis no es un sofisticado escáner médico ni una biopsia invasiva, sino algo que todos tenemos y desechamos sin pensarlo … las uñas de los pies. Este estudio, publicado en Environment International, propone usar las uñas como archivos biológicos capaces de revelar la huella invisible del radón acumulado durante años en el organismo. Si se confirma su validez a gran escala, esta técnica podría mejorar la detección precoz del cáncer de pulmón en personas que nunca han fumado.

Uñas que hablan del pasado radiactivo

El cáncer de pulmón sigue siendo una de las principales causas de muerte por cáncer en el mundo, y aunque el tabaco es su principal desencadenante, no es el único. En Canadá, cerca del 40 % de los casos diagnosticados no cumplen los criterios actuales de cribado porque no tienen historial de tabaquismo o porque dejaron de fumar hace mucho. Esto significa que miles de pacientes quedan fuera de los programas de detección temprana.
El equipo del bioquímico Dr. Aaron Goodarzi, de la Universidad de Calgary, ha puesto el foco en un segundo culpable: el radón, un gas natural, incoloro e inodoro, que se filtra desde el subsuelo y se acumula en los hogares. Tras el tabaco, es la segunda causa más importante de cáncer de pulmón, y su impacto ha sido subestimado por una razón muy sencilla: es prácticamente imposible medir cuánto radón ha inhalado una persona a lo largo de su vida.

Ahí es donde entran en juego las uñas de los pies. Según Goodarzi, estas crecen lentamente y acumulan metales pesados y radionúclidos, entre ellos el plomo radiactivo (Pb-210), uno de los productos de descomposición del radón. A diferencia de la sangre o la orina, que reflejan exposiciones recientes, las uñas conservan una especie de “registro geológico” del cuerpo. “Nuestro cuerpo trata el plomo radiactivo como cualquier otro metal pesado, almacenándolo en tejidos de renovación lenta como el pelo, la piel o las uñas”, explica el investigador en el artículo original de Popular Science.

El método detrás del hallazgo

En su estudio piloto, publicado en Environment International, los científicos emplearon una combinación de epidemiología de dosis personalizadas de radiación y espectrometría de masas con dilución isotópica (IDMS) para medir concentraciones ultrabajas de isótopos de plomo en recortes de uñas. La IDMS es una técnica extremadamente precisa capaz de detectar variaciones isotópicas en el orden de partes por billón. Gracias a esta sensibilidad, los investigadores pudieron establecer una correlación entre los niveles de Pb-210 en las uñas y la exposición acumulada al radón en los hogares de los participantes.

El estudio se apoyó en datos de la Evict Radon National Study, un proyecto canadiense que recopila información sobre la exposición doméstica a este gas en miles de viviendas. Con esta base, el equipo pudo vincular los niveles detectados en las uñas con mediciones reales de radón en los domicilios. Los resultados preliminares indican que las uñas reflejan con notable fidelidad la exposición de los últimos 6 a 18 meses, lo que podría servir para identificar a individuos con mayor riesgo de desarrollar cáncer de pulmón incluso si nunca han fumado.

Desde un punto de vista técnico, el plomo radiactivo derivado del radón tiene una vida media de unos 22 años, lo que significa que puede permanecer en el cuerpo durante décadas, ofreciendo una huella medible de la exposición pasada. Esta longevidad isotópica convierte a las uñas en un biomarcador estable, de bajo coste y fácil obtención, ideal para estudios epidemiológicos a gran escala.

De los pies a los pulmones: un puente de datos biológicos

El proyecto del Dr. Goodarzi y del físico Dr. Michael Wieser busca reclutar hasta 10 000 voluntarios en Canadá para una validación más amplia del método. Los participantes deben analizar el radón en sus hogares y enviar sus recortes de uñas por correo. Si el ensayo confirma la correlación entre radón y biomarcadores en las uñas, Canadá podría incluir esta información en los criterios de cribado de cáncer de pulmón, lo que permitiría ampliar el número de personas detectadas a tiempo.

El objetivo no es reemplazar los métodos tradicionales de diagnóstico, sino complementarlos. En la actualidad, las pruebas de cribado con tomografía computarizada de baja dosis (LDCT) se aplican principalmente a fumadores de larga duración. Sin embargo, un estudio de la Canadian Cancer Society estima que hasta un 50 % de los pacientes con cáncer de pulmón nunca han fumado, o lo hicieron tan poco que su riesgo no se considera alto según los protocolos actuales. Las uñas podrían ser la clave para cambiar eso, actuando como una especie de “test retrospectivo” de exposición radiactiva.

La idea no es nueva: desde hace años, el análisis de cabello y uñas se emplea en toxicología ambiental para rastrear la exposición a metales como el mercurio o el arsénico. Lo innovador aquí es su aplicación a un gas radiactivo y su relación directa con un tipo de cáncer específico. El reto ahora será convertir esta técnica de laboratorio en un procedimiento clínico fiable, estandarizado y reproducible.

El radón: un enemigo invisible

El radón (Rn-222) es un gas noble que se forma por la desintegración natural del uranio presente en suelos y rocas. Al liberarse al aire, puede filtrarse en los edificios a través de grietas o desagües. Cuando se inhala, sus productos de descomposición radiactiva se adhieren a los tejidos pulmonares, emitiendo partículas alfa que dañan el ADN celular. Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que el radón causa más de 230 000 muertes por cáncer de pulmón al año en todo el mundo. En Canadá, se calcula que está implicado en aproximadamente 3 000 muertes anuales, mientras que en Europa central y Escandinavia sus niveles en interiores son también elevados debido a la geología del terreno.

A pesar de su peligrosidad, muchas viviendas no cuentan con sistemas de medición ni ventilación adecuada. En estudios recientes del National Radon Program of Canada, más del 20 % de los hogares canadienses superaban los límites recomendados de 200 becquerelios por metro cúbico. Estos datos refuerzan la necesidad de herramientas sencillas para identificar la exposición acumulada, algo que las uñas podrían ofrecer de manera accesible y no invasiva.

Posibles aplicaciones futuras

El análisis isotópico de uñas podría extenderse más allá del radón. Si la técnica demuestra consistencia, los investigadores podrían aplicarla al estudio de otros tóxicos ambientales o incluso como indicador de envejecimiento biológico. Las uñas podrían convertirse en una fuente de información longitudinal sobre la exposición a contaminantes en diferentes etapas de la vida, especialmente en regiones donde los recursos para análisis más complejos son limitados.

Además, el proyecto tiene un fuerte componente de ciencia ciudadana. Al permitir que cualquier persona contribuya con una simple muestra doméstica, se democratiza la investigación biomédica y se amplía el alcance de los estudios poblacionales. Los investigadores de Calgary esperan que esta red de participación ciudadana permita crear el mayor mapa de exposición al radón del mundo.

Un avance silencioso pero con impacto

Aunque la técnica aún se encuentra en fase experimental, su potencial es enorme. Si se valida con los miles de muestras previstas, podría sentar las bases para un nuevo modelo de prevención personalizada del cáncer de pulmón. En lugar de basarse únicamente en hábitos como el tabaquismo, los programas de salud pública podrían incorporar biomarcadores ambientales para ajustar el riesgo individual.

En términos de salud pública, identificar de forma precisa quién ha estado expuesto al radón permitiría dirigir campañas de mitigación hacia las zonas más afectadas y justificar medidas como la instalación obligatoria de sistemas de ventilación en viviendas nuevas. El coste estimado de analizar una muestra de uñas ronda actualmente los 100 dólares canadienses, una cifra que podría reducirse drásticamente si se estandariza el proceso en laboratorios públicos.

Como señala la paciente Emi Bossio, diagnosticada con cáncer de pulmón sin haber fumado nunca: “Cualquiera que tenga pulmones puede tener cáncer de pulmón”. Su testimonio subraya la importancia de mirar más allá del tabaco y considerar factores ambientales que hasta ahora habían permanecido invisibles.

Reflexiones finales

El trabajo de la Universidad de Calgary demuestra cómo un tejido tan banal como las uñas puede transformarse en una herramienta científica de gran valor. La integración de técnicas avanzadas de espectrometría con muestras biológicas sencillas abre la puerta a una nueva generación de biomarcadores ambientales. En este caso, las uñas dejan de ser un simple residuo corporal para convertirse en un registro microscópico de nuestra historia de exposición radiactiva.

Si el estudio a gran escala confirma los resultados iniciales, podríamos estar ante una nueva manera de entender la prevención del cáncer de pulmón: una en la que los datos ambientales y los indicadores biológicos trabajen juntos para anticipar el riesgo. Y todo ello, gracias a algo tan cotidiano como un corte de uñas.

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