Es de sobra conocido que el transporte, tanto aéreo como marítimo, es uno de los sectores más consumidores de energía… sobre todo de origen fósil. Es por ello que encontrar una alternativa neutra en carbono para este sector resultará clave para hacer sostenible el transporte tanto de mercancías como de personas.

Aparte de los estudios de petroleras españolas, por ejemplo, para la conversión de resíduos urbanos (aceite de “fritangas“, etc) en combustibles utilizables en aviación que no eliminarán la dependencia del petróleo a no ser que nos pongamos a comer como locos calamares fritos a todas las horas, en el Laboratorio de Máquinas de la Escuela Politécnica de Zúrich (ETHZ) llevan dos años trabajando en el desarrollo de su MINI REFINERIA SOLAR.

Los pormenores de todo el proceso se detallan en un artículo que bajo el título Drop-in Fuels from Sunlight and Air se publica esta semana en la revista Nature en el que sus autores nos cuentan que su planta se puede utilizar para producir combustibles líquidos sintéticos que liberan tanto CO2 durante su combustión como el extraído previamente del aire para su producción.

En declaraciones a National Geographic España, Steinfeld explica que “El CO2 y el agua se extraen directamente del aire ambiente y se separan en sus partes mediante energía solar para en el proceso producir gas de síntesis (una mezcla de hidrógeno y monóxido de carbono) que luego se convertirá en queroseno, metanol u otros hidrocarburos“.

“La tecnología ahora está lo suficientemente madura para su uso en aplicaciones industriales, por lo que nuestro próximo objetivo será llevar esta tecnología a escala industrial y ser competitivos en el mercado”, añade.

Otras de las grandes ventajas con las que contaría la producción de este tipo de combustibles es que las regiones desérticas con altos recursos solares son particularmente adecuadas como emplazamientos de producción. “A diferencia de los biocombustibles, cuyo potencial es limitado debido a la escasez de tierras agrícolas, esta tecnología nos permitiría satisfacer la demanda mundial de combustible para aviones utilizando menos del 1% de las tierras áridas del mundo, y además no competiría con la producción de alimentos para el ganado o los seres humanos“, explica por su parte Johan Lilliestam, líder del grupo de investigación del Instituto de Estudios Avanzados para la Sostenibilidad y profesor de política energética en la Universidad de Potsdam.

 

 

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